Cualquiera diría que la joven ultraderecha alemana llevaba años esperando una coyuntura como la que se produce actualmente: una pandemia global que amenaza con generar una crisis de tal magnitud que ponga en peligro la estabilidad del sistema político de la República Federal y le permita seguir escalando electoralmente para quién sabe si incluso alcanzar el poder a través de vías constitucionales.

Pero la realidad habla de que los ultras de Alternativa para Alemania (AfD) llevan semanas perdiendo terreno en las encuestas de intención de voto. La última proyección la coloca en un 8%, muy por debajo del 12,6% que obtuvo en las últimas elecciones federales del 2017 y que la convirtió en la tercera fuerza del Parlamento alemán.

Teniendo en cuenta que hace tan solo unos meses, el AfD llegó a suponer una seria amenaza para la continuidad del Gobierno de gran coalición, la pregunta se hace inevitable: ¿por qué los ultras alemanes están precisamente ahora en mínimos de intención de voto?

El primer y aparentemente principal motivo de ese retroceso es la incertidumbre sanitaria y económica generada por la pandemia; en un contexto de enormes inseguridades respecto al futuro, Merkel, firme defensora del cordón sanitario a la ultraderecha, aparece como un ancla de seguridad. También han ayudado las señales lanzadas por la gran coalición que lidera: Berlín no escatimará en gastos para amortiguar las consecuencias de la pandemia. Los 130.000 millones de gasto público para reactivar la economía apuntan en esa dirección.

En segundo lugar, la pandemia ha dejado en fuera de juego el principal tema de la ultraderechista: la inmigración, ante la eliminación de la libre circulación en el espacio Schengen y la reintroducción del controles parciales en las fronteras de Alemania para frenar la propagación del virus.

"No creo que el tema de los refugiados vuelva pronto a convertirse en central", considera Herfried Münkler, politólogo y exasesor de Merkel, que apunta que AfD podría intentar recuperar sus orígenes euroescépticos para relanzarse: si el programa de ayudas de la Comisión Europea no cierra la brecha económica entre el centro y la periferia de la UE, ese fracaso podría ser capitalizado por AfD.

Antes de la llegada de la pandemia, la AfD ya tenía un serio problema por resolver dentro de sus filas: las divisiones entre el ala nacional-populista -algo más moderada- y el etnonacionalista, próxima al neonazismo. La reciente expulsión del partido de Andreas Kalbitz, líder de AfD en el estado de Brandeburgo e integrante de la fracción más radical, evidenció el peligro de descomposición del partido.

Batalla interna

Como apunta Sebastian Friedrich, politólogo, la AfD ha conseguido superar todas sus batallas internas, pero el caso Kalbitz podría ser diferente: "La AfD difícilmente saldrá indemne de la actual lucha de poder que se está librando", escribe Friedrich.

Los etnonacionalistas tienen tanto poder dentro de la formación ultra que si pierde la batalla podría fundar una nueva. Si le sumamos que la inteligencia alemana pronto podría declarar al partido al completo objeto de su vigilancia, el partido de extrema derecha más exitoso de la historia de la República Federal podría estar a las puertas de la tormenta perfecta.