Antes incluso de que un escándalo sexual se llevara por delante al candidato del presidente a la alcaldía de París, las cosas no pintaban bien para la joven formación política de Emmanuel Macron. Nacida solo meses antes de las presidenciales del 2017, La República en Marcha (LREM) tiene una escasa presencia local, carece de estrategia y de barones, está dividida y los franceses la ven más como una start-up parisina que como un partido pegado al terreno.

Con candidatos que no pasan del 15% de intención de voto, en el cuartel general de LREM rebajan sus expectativas y se preparan para encajar un voto de sanción al Ejecutivo en las municipales de los próximos 15 y 22 de marzo, segunda cita con las urnas desde las europeas de 2019 y verdadero test para comprobar la resistencia del macronismo a la revuelta de los "chalecos amarillos" y la oposición a la reforma de las pensiones.

Aunque Macron se mantiene prudentemente alejado de la contienda para evitar interpretaciones nacionales del resultado, el Elíseo ve las municipales como el pistoletazo de salida de la siguiente salva electoral: el Senado a finales de año, las departamentales y regionales en 2021 y las presidenciales de 2022 en las que Macron apuesta por la ultraderechista Marine Le Pen como contrincante.

Si el riesgo es evidente para LREM, el resto de formaciones también se juegan mucho y será interesante ver si la tradicional división izquierda-derecha que Macron quiso dinamitar se resiste a morir.

Para una derecha en ruinas, estas municipales son la oportunidad de conservar el enorme poder local logrado en 2014 a expensas de un PS que ahora pugna por sobrevivir. Humillados en las europeas (8%) por los ecologistas (13%), Los Republicanos quieren limitar la hemorragia hacia LREM y conservar al menos Marsella, Burdeos y Toulouse.

Los socialistas tendrán que mantener París, Lille, Rennes y Nantes para no caer en la irrelevancia y la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon muestra un perfil bajo integrándose en colectivos ciudadanos o en formaciones de izquierda. El partido de Marine Le Pen, actualmente al frente de once ayuntamientos, carece como LREM de anclaje local y centra sus esfuerzos en sus bastiones del norte y del arco mediterráneo.

La ultraderecha no tiene nada que hacer en las grandes ciudades, pero podría llevarse unas cuantas localidades pequeñas, como Perpiñán, donde el favorito es la antigua pareja de Le Pen, Louis Aliot. Reagrupación Nacional (el antiguo Frente Nacional) ve el escrutinio como un trampolín hacia el Elíseo.

Todos los partidos tendrán que vérselas con el auge de los ecologistas, que en las pasadas elecciones al Parlamento Europeo dieron la campanada al convertirse en los terceros más votados. Por eso abundan propuestas verdes en los programas de todos los candidatos: desde cantinas escolares con productos bio hasta el fomento de la movilidad limpia o de la vegetación en las ciudades. Pero Europa Ecología Los Verdes (EELV) solo prosperará si consigue arañarle votos al Partido Socialista -su principal competidor- y moviliza al electorado menor de 35 años, generalmente reacio a acudir a las urnas.