Pese a los pésimos resultados conseguidos en las primarias de Iowa y Nuevo Hampshire, el demócrata Joe Biden, vicepresidente de Barack Obama, no piensa tirar todavía la toalla. Biden, que desde hace una semana es superado por el socialista Sanders en los promedios de encuestas nacionales, aspira a competir como mínimo en Nevada, este sábado, y en Carolina del Sur, el siguiente.

Estas dos citas son posiblemente su última oportunidad para remontar el vuelo. "Soy consciente de que lo tengo que hacer muy bien", reconoció hace unos días. Su campaña se ilusiona con el ejemplo de Bill Clinton en 1992: tras perder en 10 de los once primeros estados, Clinton barrió en Carolina del Sur y salió disparado del Supermartes con victorias en los estados sureños y del centro del país. La gran baza de Biden reside también en el electorado afroamericano y en menor medida en el latino, universos donde su asociación con Obama aun vale votos.

Pero sus resultados en Iowa y Nuevo Hampshire le pasan factura. Biden de perder el liderazgo en las encuestas nacionales, su apoyo entre los votantes negros de Carolina del Sur se ha desplomado 22 puntos desde Iowa. Figuras muy relevantes de esa comunidad le han abandonado para respaldar al millonario Tom Steyer o a Sanders, que ya es el preferido de las minorías en los sondeos.

Si hay un consuelo para Biden es que ninguno de sus contrincantes moderados parece estar en condiciones de hacerse con el mando de la carrera a corto plazo. Pete Buttigieg tiene un respaldo casi nulo entre los negros; Amy Klobuchar, dos cuartos de lo mismo; y a Michael Bloomberg le sobra dinero, pero le faltan seguidores. Entre todos ellos, están fragmentando el voto centrista, de ahí que sean muchos los que esperan que Biden se despida pronto para que el partido pueda volcarse en un candidato de mayor recorrido y un mensaje capaz de ilusionar al país.