Un año y dos meses. Es lo que ha durado la esperanza de que Annegret Kramp-Karrenbauer (más conocida como AKK en Alemania) pudiera suceder a Angela Merkel al frente del país. Es el tiempo transcurrido entre el congreso en el que fue elegida presidenta de la democristiana CDU y el anuncio hecho ayer de que renuncia a presentar su candidatura a la cancillería y abandona la dirección del partido.

El continuismo centrista cuando Merkel deje el poder -como muy tarde en otoño de 2021, fecha prevista para las próximas elecciones- se ve imposible. La retirada de AKK, elegida por la propia canciller para sucederla, abrirá una lucha en la CDU de la que saldrá victorioso un hombre -los cuatro principales candidatos son varones- que dará un giro conservador al partido.

"La separación entre la cancillería y la presidencia del partido, y mantener abierta la cuestión de la candidatura a la cancillería, debilitan a la CDU", explicó AKK en rueda de prensa. La todavía presidenta de la CDU ha tirado la toalla tras ver cómo mes a mes se debilitaba su poder a consecuencia de un encadenamiento de errores. La crisis política de Turingia, donde se ha roto por primera vez el cordón sanitario a la ultraderecha, ha sido la gota que ha colmado el vaso: la CDU votó la semana pasada junto a los ultras de la AfD para hacer jefe de Gobierno de ese "land" a un liberal. Los democristianos de Turingia evitaron así la investidura de Bodo Ramelow, candidato de Die Linke ('La Izquierda') y ganador de las elecciones, y pese a que AKK les había advertido que hacerlo contravenía las directrices del partido. La ruptura de la disciplina demostró la incapacidad de AKK para defender su liderazgo.

"Recibo la decisión con el mayor de los respetos, aunque también la lamento", dijo Merkel tras el anuncio de su delfín, que liquida su apuesta política, superada por las circunstancias. AKK se mantendrá como ministra de Defensa hasta el final de esta legislatura.

El terremoto en el seno de la CDU, sumado a la creciente influencia de la ultraderecha en la agenda política del país, delata que la crisis de los partidos tradicionales se ha instalado en Alemania. La CDU hace tiempo que se despidió de resultados cercanos al 40% de los votos, como han demostrado las últimas citas con las urnas. La próxima despedida de Merkel, un ancla de estabilidad para la CDU y para Alemania, agravará esa crisis.

El adiós prematuro de AKK abre de nuevo la carrera por el liderazgo de la CDU y por la candidatura a la cancillería, una lucha que había quedado aplazada en el último congreso de la formación, el pasado diciembre. Los candidatos a hacerse con la cabeza de cartel se verán ahora forzados a tomar posiciones antes de lo previsto.

Cuatro son los principales nombres que se barajan. En primer lugar, el abogado Friedrich Merz, antiguo rival de Merkel derrotado por AKK en el congreso de 2018 y que apuesta por un giro a la derecha para intentar cerrar el flanco electoral abierto por los ultras de la AfD. El centrista Armin Laschet, por su parte, es el actual primer ministro de Renania del Norte-Westfalia, donde está la federación más importante de la CDU. El joven Jens Spahn, de 39 años, es el actual ministro de Sanidad y una de las voces más críticas con Merkel y su política migratoria. Por último, Markus Söder, presidente de la Unión Social Cristiana (CSU) -el partido bávaro hermano de la CDU- es un defensor de valores muy tradicionales.

Quien salga ganador de la batalla tendrá la labor de decidir qué posición adopta la CDU ante la ultraderecha, cuyo ascenso es fundamental para entender los tiempos convulsos que vive la antaño imperturbable democracia cristiana alemana.