Se cumplió el guion previsto. El Senado de EE UU absolvió ayer al presidente, Donald Trump, de los cargos de abuso de poder y obstrucción a la labor del Congreso de los que se le acusaba en el juicio político de destitución ("impeachment") iniciado el pasado enero. Los cargos se relacionan con las presiones a Ucrania para que investigase por corrupción a uno de los precandidatos demócratas para las presidenciales, el exvicepresidente Joe Biden.

Trump fue absuelto por 52 votos a favor y 48 en contra del cargo de abuso de poder, ya que uno de los senadores republicanos, el excandidato presidencial contra Obama Mitt Romney, votó con los demócratas. Sin embargo, la disciplina se respetó por completo en la votación de la obstrucción al Congreso, rechazada por 53 votos republicanos contra 47 demócratas.

La absolución llegó 24 horas después de que Trump pronunciase uno de los discursos sobre el estado de la Unión más tormentosos que se recuerdan. Hacía cuatro meses que el magnate no se veía cara a cara con Nancy Pelosi, la presidenta demócrata de la Cámara Baja, que puso en marcha el proceso de "impeachment". Y, gestualmente, el encuentro fue la representación suprema de la radical y tensa división partidista que se ha instalado en el país, sumido ya plenamente en la carrera para las elecciones del 3 de noviembre.

Cuando Pelosi tendió la mano a Trump para estrechársela antes de que comenzara el discurso, él la ignoró. A continuación, la "speaker" eliminó de la introducción protocolaria el tradicional "es un elevado privilegio y distinguido honor presentarles al presidente de EE UU", limitándose a anunciar el cargo. Tras la intervención de Trump, Pelosi cogió las páginas de su copia del discurso y, alzándolas, las fue partiendo en dos. "Era lo educado, teniendo en cuenta las alternativas", ironizó después Pelosi. "Ha sido un discurso sucio", lamentó.

Esa fue la interpretación demócrata de una hora y 18 minutos en los que Trump básicamente presentó a los estadounidenses una defensa de su reelección. Su idea central es que bajo su mandato se está viviendo "la gran remontada estadounidense" que ha dejado atrás la "carnicería" demócrata de la que habló cuando tomó posesión en 2017. El núcleo de su mensaje fue la buena situación de la economía, pasando también por cuestiones como la desregulación, la firma del nuevo tratado de libre comercio con México y Canadá o la tregua en la guerra comercial con China.

El discurso también incluyó otros ejes de su política, que serán centrales en su campaña. En sus palabras, escritas en buena parte por su extremista asesor Stephen Miller, volvió a aparecer, con fuerza, la demonización de la inmigración y de los inmigrantes; tuvieron también lugar prominente temas vitales en las guerras culturales como el aborto y las armas, y Trump pudo presumir de los centenares de jueces conservadores que ha nombrado, incluyendo dos del Tribunal Supremo para el que, dijo, "tenemos más en la reserva".

Con Juan Guaidó entre sus invitados, Trump aprovechó el discurso no solo para denunciar el socialismo en Venezuela, sino, sobre todo, en EE UU, alertando repetidamente sobre la "izquierda radical". En una de las partes que más han indignado a la bancada demócrata, cuando se atribuyó falsas medallas como luchar para mantener las condiciones médicas previas en los seguros privados o proteger la sanidad pública y la seguridad social, aseguró: "Nunca dejaremos que el socialismo destruya la sanidad estadounidense". Bernie Sanders, uno de los favoritos para ser candidato presidencial demócrata, defiende la sanidad universal gratuita.

También recuperó el presidente sus trucos de estrella de la telerrealidad. Durante el discurso hizo que Melania Trump colgara la medalla de la Libertad, el más alto honor civil en EE UU, al comentarista radiofónico ultraconservador Rush Limbaugh. También reunió por sorpresa a una mujer y sus dos hijos con su esposo, un soldado desplegado en Afganistán al que hacía meses que no veían.

Y con una madre soltera de Filadelfia y su hija entre sus invitados, anunció la concesión de una beca a la pequeña. La niña es negra y en ese gesto, así como en el acento que puso repetidamente en los logros conseguidos por él para la comunidad afroamericana, se intuye parte de su estrategia de campaña. No dejará de luchar por ese voto que hasta ahora le ha sido esquivo.