Con la salida del Reino Unido, ha surgido por defecto una nueva Unión Europea (UE) de 27 Estados que debe reinventarse. El Brexit empequeñece a la UE y los Veintisiete no pueden demorar más tiempo una refundación, que refuerce su cohesión interna, asegure el bienestar de sus ciudadanos y potencie la defensa exterior de los intereses europeos. “En una época de turbulencias geopolíticas y de competencia entre las grandes potencias, el tamaño cuenta” y “ningún país en solitario puede afrontar los retos” actuales, señalan los presidentes de la UE, la Comisión Europea y el Parlamento Europeo.

La UE pierde con el Brexit el 13% de su población, el 15% de su producto interior bruto (PIB) y el 5,6% de su superficie. A pesar de ello, la UE a 27 sigue siendo una gran potencia política y económica mundial: forma el tercer mayor grupo de población después de China y la India, con 447 millones habitantes, muy por delante de los 329 millones de EEUU, los 126 millones de Japón o los 144 millones de Rusia. La nueva UE posbrexit concentra el 18,5% de la economía mundial, sólo superada por EEUU, y el 16% de las exportaciones mundiales, sólo superada por China.

La salida británica refuerza el papel de la eurozona como motor político y económico de la nueva UE al pasar a sumar el 86% del PIB y el 77% de la población de la UE. Sin el respaldo de Londres, los países fuera del euro tendrán muy difícil oponerse a las iniciativas consensuadas por la eurozona, ya que no suman el requerido 35% de la población para una minoría de bloqueo.

Desarrollo de la unión

El Reino Unido, durante sus 47 años en la UE, se distinguió por primar el mercado único y frenar el desarrollo de una unión más política, mediante vetos, excepciones y el fomento de ampliaciones que diluyeran la integración política. El Reino Unido abandonó la UE el 31 de enero, pero comenzó a irse en 1993, cuando el primer ministro, John Major, impuso que la Carta Social Europea no se aplicara al país.

La desaparición del freno británico no hará más fácil la integración europea. El Grupo de Visegrado -Polonia, Hungría, Republica Checa y Eslovaquia- defiende con firmeza las competencias nacionales. La Nueva Liga Hanseática -Holanda, Irlanda y los países bálticos y escandinavos- prioriza la liberalización económica y el mercado único, asume muchas posiciones defendidas por Londres y es reticente a avances en la integración política.

La salida británica refuerza 'de facto' el peso del eje franco-alemán, pero la creciente desconexión entre Berlín y París debilita su liderazgo e influencia. Londres era el principal aliado de la cancillera alemana, Angela Merkel, en la política económica y en la contención del gasto comunitario. Merkel teme además que cualquier avance en la integración pueda costar dinero a Alemania. Por otra parte, el estilo individualista del presidente francés, Emmanuel Macron, molesta en Berlín y le enajena apoyos entre los Veintisiete. La fragilidad política interna de España e Italia limita su papel en el debate europeo.

Política de defensa

Los Veintisiete han mantenido un frente común en el Brexit para preservar la UE, pero detrás se esconden profundas divergencias entre países: Este-Oeste, Norte-Sur, ricos-pobres. La cumbre del 20 de febrero sobre el marco presupuestario 2021-2027 de la UE será un test sobre la capacidad de los Veintisiete de superar sus diferencias.

La salida británica elimina la principal oposición al desarrollo de una política de defensa europea autónoma de la OTAN. Pero en la práctica Berlín prefiere concentrar los esfuerzos en desarrollar la industria de defensa y menos en las capacidades de actuación militar, como promueve París. Francia asume sola el peso de la operación militar de contención yihadista en el Sahel desde 2013, pese a que se considera una amenaza muy grave para la seguridad de toda la UE. La política de ampliación de la UE pierde con el Brexit a su valedor más influyente, mientras crecen las resistencias, lideradas por Francia, Holanda y Dinamarca.

La vida política europea seguirá muy marcada este año por el Brexit, con el foco ahora en la negociación del futuro acuerdo comercial UE-Reino Unido, que será aún más compleja y tensa que la del pacto de divorcio. El plan de Londres de desligarse de las normas europeas puede bloquear la negociación, porque la UE ya ha advertido que no tolerará una competencia desleal británica en materia fiscal, social, laboral, medioambiental y subsidios.