Los países árabes se mostraron ayer divididos ante el plan para Oriente Medio presentado el martes en Washington por el presidente de EE UU, Donald Trump, y el procesado primer ministro en funciones de Israel, Benjamin Netanyahu. El plan, rechazado frontalmente tanto por la Autoridad Nacional Palestina como por Hamás, que controla la franja de Gaza, fue descalificado de nuevo ayer por el presidente palestino, Mahmud Abás, quien lo definió como "la bofetada del siglo", mientras la ONU y la UE guardaban silencio.

En el mundo árabe, el gran aliado de Trump en el golfo Pérsico, Arabia Saudí, acogió bien la draconiana propuesta, aunque reafirmó su apoyo a la causa palestina. Otras petromonarquías, como Baréin, Omán y Emiratos Árabes Unidos, le dieron su apoyo incondicional. Incluso Egipto, tradicional mediador entre los palestinos de Gaza e Israel, no lo rechaza.

Por el contrario, Jordania subrayó que el único camino hacia la paz es la creación de un Estado palestino en las fronteras anteriores a la guerra y la ocupación israelí de 1967. Un objetivo que está muy lejos de un plan que reconoce la posibilidad de un Estado palestino, con capital en los arrabales de Jerusalén oriental, al que arrebata el 30% de Cisjordania -los asentamientos ilegales judíos y el fértil valle de Jordán- y al que deja los escasos kilómetros de contacto entre Gaza y Egipto como única frontera exterior. El plan también exige la desmilitarización de Gaza, la proscripción de Hamás y la renuncia al regreso de los refugiados.