El jefe del Gobierno italiano, el independiente Giuseppe Conte, descartó ayer que una eventual victoria de la ultraderechista Liga, liderada por Matteo Salvini, en las elecciones regionales celebradas ayer en Emilia-Romaña (la región de Bolonia), y Calabria desestabilice al Gobierno de coalición (PD-M5S) que preside. Casi cinco millones y medio de italianos fueron llamados a las urnas en Emilia-Romaña (3,5 millones) y Calabria (1,9) y los colegios abrieron hasta las once de la noche, lo que hizo que el escrutinio se prolongara hasta avanzada la madrugada.

Conte expresó a media jornada su convicción de que los resultados serían "positivos" y darían "más energía y entusiasmo" a la coalición que sucedió en agosto a la que él mismo presidía entre La Liga y el M5S.

Pero en caso contrario, opción posible de acuerdo con los sondeos, su Ejecutivo, dijo, seguiría en pie: "Pensar que alguien se pueda venir abajo porque una cita electoral no satisfaga sus expectativas es completamente equivocado, no funciona así", aseguró Conte a la prensa italiana.

Salvini, con el viento favorable para su formación en las encuestas, ha pretendido usar una eventual victoria en Emilia-Romaña -feudo de la izquierda desde hace 70 años- para iniciar una desestabilización que conduzca a las elecciones generales que lleva persiguiendo desde que desencadenó, en vano, la crisis de Gobierno del pasado agosto.

Por ello, se ha entregado al máximo en la campaña, consciente de que la conquista de ese territorio supondría una duro varapalo para los partidos del Gobierno. Pero en estos meses Salvini se topó también con el movimiento ciudadano de las "sardinas", nacido en Bolonia y extendido ya a buena parte del país, y promotor de manifestaciones de protesta que han inundado las calles de las ciudades italianas con cánticos como el "Bella ciao" de los partisanos.

Lo cierto es que las elecciones de ayer llegaron en un momento de gran debilidad para el principal partido del Gobierno, el M5S, que ha pasado de ser la principal formación del país a estar en caída libre allá donde se presenta. Tanto que las divisiones internas desencadenadas en la formación antisistema llevaron la pasada semana a la dimisión de su líder, Luigi Di Maio, actual ministro de Exteriores. Di Maio renunció al comprobar que había perdido el control de los grupos parlamentarios, aunque mantiene su cartera.

Las elecciones regionales de los últimos meses han ido "tiñendo" de azul el mapa italiano, con triunfos de la coalición entre la Liga de Salvini, la conservadora Forza Italia de Silvio Berlusconi y la neofascista Hermanos de Italia. A falta de conocer los resultados de la rica Emilia-Romaña y la deprimida Calabria, la alianza derechista controla ya doce de las veinte regiones de Italia: Véneto, Liguria, Piamonte, Lombardía, Bolzano, Friuli-Venecia-Julia (norte), Umbría, Abruzos, Molise (centro), Basilicata (sur) y las islas de Sicilia y Cerdeña.