La alemana Ursula von der Leyen consiguió ayer un respaldo superior al esperado del Parlamento Europeo en Estrasburgo para la nueva Comisión -el órgano gestor de la Unión Europea- después de las tensiones entre las tres grandes familias políticas (conservadores, liberales y socialdemócratas) tras las elecciones del 26 de mayo. Obtuvo 461 votos a favor, 157 en contra y 89 abstenciones, una cifra por encima de la que logró la anterior Comisión, presidida por el luxemburgués Jean-Claude Juncker.

A los principales retos expuestos por la conservadora alemana: cambio climático (del que se encargará el socialdemócrata holandés que aspiró a la presidencia, Frans Timmermans) y la agenda digital (responsabilidad de la liberal danesa también aspirante a la presidencia, Margrethe Vestager), hay que añadir otro del que se habla menos pero que preocupa tanto o más: el populismo antieuropeo que avanza sin remedio en casi todos los países.

Descontado el Brexit, que, salvo sorpresa, se ejecutará a principios del año próximo una vez que Boris Johnson sea reelegido tal como anuncian las encuestas, Europa tiene que profundizar en la cohesión social y mejorar la vida de sus ciudadanos como antídoto contra los extremismos. Y esa no será una tarea fácil en un mundo convulso en el que los grupos políticos tradicionales son vistos con indiferencia cuando no con abierta hostilidad. Ser político de una de las grandes familias ideológicas nunca estuvo peor valorado. Mientras, charlatanes nacionalistas, ultras de todo tipo y aprovechados de última hora están haciendo su agosto con el empeoramiento económico y social sobrevenido tras la gran crisis.

El acuerdo más o menos estable de esas tres grandes familias políticas, tras los encontronazos de este verano (fueron rechazados tres candidatos a comisarios, uno de cada filiación) con el apoyo puntual de los verdes -ayer se abstuvieron- es un buen inicio pero no garantiza un resultado positivo para la Comisión. La Europa unida es el resultado de una idea magistral que pasa por una fase aguda de desapego ciudadano. Quizá porque la gran masa social que la compone no ha vivido y, por tanto, no sabe lo que supondría la no Europa, la vuelta a las fronteras, a las tensiones y a los graves conflictos -armados o no- que tantas veces han sacudido el solar del viejo continente. Pero ya se sabe que nadie escarmienta en cabeza ajena.

Ursula von der Leyen será la primera mujer a la cabeza de la Comisión. Tomará posesión el próximo domingo, 1 de diciembre, en Bruselas, al mismo tiempo que el belga Charles Michel, nuevo presidente del Consejo Europeo en sustitución del polaco Donald Tusk, y que la francesa Christine Lagarde, que sustituye en el Banco Central Europeo al italiano Mario Draghi. También tomará posesión Josep Borrell como alto representante para Asuntos Exteriores, una de las grandes carteras del nuevo Colegio de Comisarios, que aglutina a un representante de cada país de la UE.