El primer ministro en funciones de Israel, el conservador Benjamin Netanyahu, denunció ayer un "intento de golpe de Estado" tras ser procesado por tres casos de corrupción por el fiscal general del país, Avichai Mandelblit. El procesamiento refuerza la inestabilidad en un país que se encamina a sus terceras elecciones consecutivas ante la imposibilidad de formar Gobierno. El fiscal convocó una vista en octubre para recibir los argumentos de la defensa antes de finalizar el escrito de acusación, que ahora abre la puerta al juicio oral.

"Estamos presenciando un intento de llevar a cabo una revolución legal. Es un proceso contaminado por intereses extranjeros con el objetivo de derrocar a un primer ministro derechista", denunció Netanyahu, según recogió el diario israelí "Haaretz". La acusación no obliga a Netanyahu a dimitir, ya que sólo debería hacerlo si fuese condenado y una vez agotadas todas las apelaciones.

El procesamiento, por los delitos de soborno, fraude y violación de confianza, llega en el marco de las investigaciones de los casos conocidos como 1000, 2000 y 4000. En ellos, Netanyahu es sospechoso de aceptar regalos de empresarios a cambio de favores políticos, alcanzar un acuerdo con un medio para lograr una cobertura favorable a cambio de dañar a un diario de la competencia, y entregar concesiones a un empresario a cambio de una cobertura favorable en un portal de noticias.

Tras publicar la acusación, la Fiscalía envió una copia del documento al presidente del Parlamento (Knéset), Yuli Edelstein, "a fin de permitir que el primer ministro notifique a los diputados si desea solicitar la inmunidad", algo que debería deliberar un comité creado especialmente para ello. El problema para Netanyahu es que ese comité no puede formarse hasta que no se constituya el nuevo Gobierno israelí.

En todo caso, el procesamiento reduce de modo notable el perfil político de Netanyahu, el hombre que más tiempo ha ostentado el cargo de primer ministro en la historia de Israel, ya que le convierte en el primer jefe de Gobierno acusado judicialmente de corrupción mientras ocupa el cargo.

Hora antes, Israel había abierto una etapa política sin precedentes después de que tanto Netanyahu como su rival, el centrista Beny Gantz, fracasaran en sus intentos de formar un Ejecutivo. La dividida Knéset tiene ahora una última posibilidad de evitar las terceras elecciones, ya que dispone de 21 días para designar a un candidato a formar Gobierno que pueda reunir el apoyo de 61 de sus 120 diputados.

"No nos engañemos: esta política de perturbación debe acabar", declaró en tono severo el presidente, Reuvén Rivlin, que calificó la situación actual de "miserable" tras entregar el mandato de formar Ejecutivo a la Knéset. Este proceso, inédito en la historia de Israel, supone un camino incierto aunque las posibilidades de que se desbloquee la situación política son muy escasas según los analistas. Un gobierno de unidad entre el Likud de Netanyahu y la coalición Azul y Blanco de Gantz es visto como remoto tras no haber logrado acercar sus posturas en tres meses.