Rusia advirtió ayer a Turquía de que sus tropas no pueden penetrar más de cinco kilómetros en territorio kurdo sirio, de acuerdo con el pacto sirio-turco de Adana, suscrito en 1998 para hacer frente a las preocupaciones de Ankara en materia de seguridad. Moscú, primer aliado de Siria, se mostró, además, en contra de la presencia permanente de efectivos turcos en el país.

Tras el acuerdo alcanzado la pasada semana por los kurdos y el régimen de Damasco, el despliegue de las tropas del dictador Asad en zonas del nordeste cercanas a las que quiere ocupar Turquía no ha puesto fin, de momento, al avance turco, si bien abre muchos interrogantes sobre el futuro de la ofensiva. Además, amplía el escenario de combates hasta Manbech, al oeste del Éufrates. De momento, las hostilidades se han centrado en dos ciudades -Ras al Ain y Tal Abiad-, donde los combates entre kurdos y turcos proseguían ayer.

Viaje del vicepresidente

El vicepresidente de EE UU, Mike Pence, ha emprendido viaje a Ankara para negociar con el Gobierno turco un alto el fuego que ponga fin a las operaciones contra los kurdos. El anuncio del viaje llega después de que Washington reclamase a Turquía, en la madrugada de ayer, que declare un alto al fuego "inmediato" en sus operaciones militares.

EE UU anunció también sanciones para presionar a Ankara. Una orden ejecutiva del presidente Trump otorga al departamento del Tesoro y al departamento de Estado autoridad para estudiar e imponer sanciones a individuos, entidades o asociados del Gobierno de Turquía "involucrados en acciones que ponen en peligro a civiles o conducen a un mayor deterioro de la paz, la seguridad, y estabilidad en el noreste de Siria".

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, replicó a las presiones anunciando que la ofensiva continuará hasta que "la amenaza terrorista sea eliminada".