Stanley Johnson era en 1964 un estudiante becario de 23 años, cuando su mujer, Charlotte, de 22, dio a luz en un hospital de mala muerte en Nueva York a su primer hijo. Le pusieron el pomposo nombre de Alexander Boris de Pfeffel Johnson. Los suyos le llamarían Al, hasta que, al llegar a la escuela en Eton, él mismo decidió llamarse Boris y así se quedó. Un año después llegó al mundo su hermana Rachel. Más tarde vendrían Leo y Jo.

La infancia de los hermanos Johnson fue caótica. Continuos traslados entre diferentes países y ciudades, Nueva York, Londres, Washington, la campiña inglesa, Bruselas, con la ausencia casi permanente del padre, la madre hospitalizada a menudo por depresión y los críos en manos de un sinfín de niñeras, que duraban muy poco.

Boris, con 11 años, y Rachel, con 10, viajaban solos en tren y barco desde Bruselas hasta el internado en Inglaterra. Una vez, como cuenta Sonia Prunell en su libro 'Just Boris' (Simplemente Boris), "a la vuelta de unas vacaciones escolares se equivocaron de tren y se metieron en uno con destino a Moscú en lugar de a Bruselas. Rachel lo relata riéndose, pero ella y Boris tuvieron que enfrentare a los percances de la vida a una edad muy temprana". Rachel sería también la que estaría más cerca de su hermano pequeño, Jo, tras el divorcio de sus padres. Esa situación de desamparo fraguó sin duda el sentido de protección y la fuerte solidaridad que ha reinado entre los hermanos.

En el clan de los Johnson la lealtad siempre ha sido incuestionable. Sus diferencias, en estilo y opiniones, nunca hasta ahora habían roto ese código de honor. Los cuatro hermanos, con Stanley, el extravagante patriarca de 79 años al frente, ocupan un lugar especial en la vida del país. Ejemplo de una cierta clase alta muy inglesa y cosmopolita al mismo tiempo, desde hace años, en el palmarés de la política, el periodismo o los 'reality shows', siempre hay un Johnson de por medio. Con la llegada de Boris a Downing Street culminaba la ambición del más polémico de todos ellos. No ha hecho falta mucho tiempo para que la familia se fracture. El plante de Jo, abandonando el Gobierno tan brutalmente dirigido por su hermano, ha sido un hachazo público.

De Londres a Afganistán en moto

Stanley Johnson es una personalidad desbordante e incombustible. Nadie es más inglés que él, aunque su abuelo, Amil Kemal Bey, era turco. Casado en segundas nupcias y padre de otros dos hijos, Stanley ha sido lo que con hipocresía trasnochada se denomina un mujeriego, rasgo heredado por su primogénito. Trabajó para el Banco Mundial y la Comisión Europea, razón por la que sus hijos se educaron en Bruselas y hablan perfectamente francés. Ha sido diputado en el Parlamento Europeo e intentó sin éxito el escaño en Westminster.

Es autor de varios 'thrillers', uno de ellos llevado al cine y protagonizado por John Hurt, y ha publicado sus memorias, 'Stanley I Presume'. Siendo estudiante en Oxford ganó incluso un prestigioso premio de poesía. Viajero, en una ocasión realizó en moto el recorrido entre Londres y Afganistán. Con un afán de protagonismo nunca saciado, más recientemente ha participado en varios 'realities' y otros programas de televisión. Habitual en los actos de Boris, aunque partidario de la permanencia del Reino Unido en Europa, cambió de opinión y apoyó la salida, pensando en la carrera de su hijo.

Boris y Jo: rumbos paralelos

A pesar de la diferencia de edad y de carácter, la vida del mayor y el menor de los hermanos ha seguido rumbos paralelos, en el periodismo y la política. Boris brilló como el más carismático, el más popular de todos, querido o detestado a partes iguales y con una ambición personal por encima del respeto a cualquier moral establecida. Jo, tímido y discreto, tiene la reputación de ser un profesional serio, fiable y muy inteligente. Ambos estudiaron en Eton, donde Boris buscó amigos entre los cachorros de la aristocracia y las grandes fortunas. Se hizo inseparable de Charles Spencer, el hermano de la princesa Diana de Gales. En la universidad de Oxford, Boris eligió lenguas clásicas, de ahí los latinajos o las referencias a algún dios griego que se permite en sus deshilvanados discursos. Jo prefirió la historia moderna.

Tras la graduación, Boris entró en 'The Times'. Fue despedido fulminantemente cuando hacía prácticas, por inventarse la cita de un historiador. La falta de fiabilidad en lo que dice, hace o escribe ha sido una de sus constantes. Con el 'Daily Telegraph' fue corresponsal en Bruselas, donde los bulos sobre falsas regulaciones y exageraciones sin sentido sembraron la semilla del antieuropeísmo entre los británicos más conservadores. Puro 'fake news'. Como alcalde de Londres se granjeó una gran popularidad con sus bufonadas. Su vida personal ha sido ajetreada. Una compañera de universidad, hija de un millonario, fue su primera esposa. La unión duró seis años. La segunda, la abogada Marina Wheeler, de la que se está divorciando, era una amiga de infancia y la madre de cuatro de sus hijos. De una infidelidad patológica, fuera del matrimonio ha tenido al menos otro hijo más reconocido.

En cuanto a Jo, "es el más alto, el más rubio y el más inteligente", según su hermano Leo. Casado con una periodista de 'The Guardian', trabajó como inversor en el Deutsche Bank. Más tarde fue corresponsal del 'Financial Times' en París y Nueva Delhi. En el 2010 logró el escaño con los conservadores y ocupó puestos en los gobiernos de David Cameron, Theresa May y su hermano Boris, hasta la sonada ruptura.

Rachael y Leo

La única mujer del clan, Rachel, periodista también, es habitual en debates, 'shows' de televisión y fiestas mundanas. Opositora feroz al Brexit, en público siempre ha apoyado con su presencia a Boris. No así su hermano Leo, con la reputación de ser el más izquierdista y el único que no es ni rubio, ni tory. Tras una carrera en la City, colabora en programas de innovación en la BBC. Siempre se ha distanciado de la publicidad que genera su parentela. "Lo último que quieren sus lectores es otro Johnson", le respondió a un periodista que quería entrevistarle.

Los hermanastros: "Ni pelo pajizo, ni verborrea en latín"

En 1981, dos años después de divorciarse de su primera esposa, Stanley Johnson volvió a casare. En esa ocasión, con Jennifer Kidd, una editora, con la que tuvo otros dos hijos, Julia, de 37 años, y Maximilian, de 33. Los hermanastros nunca se han entendido bien y las dos ramas de la familia mantienen las distancias. Julia, de 38 años, hizo sus pinitos con un grupo de música pop trip hop, un género musical autóctono de Bristol y más tarde grabó dos discos en solitario. Ha escrito alguna novela y está casada con el financiero Calum Gray. La política no le interesa y ha dejado clara su distancia con los otros Johnson. "Me he alejado de cualquier comparación profesional con mis parientes, los del pelo pajizo, la nariz romana y la verborrea en latín", ha declarado. Maximilian es un hombre de negocios con base en Hong Kong y está casado con una brasileña.