Jimmy Aldaoud, un hombre diabético que pasó desde los seis meses en Detroit, murió hace unos días tras ser deportado a Irak, país en el que nunca había estado.

Hace 41 años, los padres de Jimmy Aldaoud abandonaron Irak y se dirigieron a Grecia, donde solicitaron el estatuto de refugiado en EE UU. La familia fue admitida en 1979, y desde sus seis meses, Aldaoud residió en Detroit, donde pasó toda su vida.

El 2 de junio de este año, agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) lo deportaron a Irak a pesar de no tener conexiones en el país, ni conocer las costumbres ni la lengua.

Aldaoud sufría diabetes y esquizofrenia paranoide. Entraba y salía de la cárcel, y en ocasiones llegó a vivir en la calle. Sus padres murieron y, tras sus primeras detenciones, le pusieron un rastreador GPS, común en refugiados en EE UU, aunque consiguió quitárselo. Finalmente, la policía los encontró y volvió a arrestarlo, esta vez para llevar a cabo su deportación. Según la ley, los inmigrantes legales pueden ser deportados si cometen ciertos delitos.

La semana pasada, Aldaoud, de 41 años, murió en Irak después de vagar por las calles de Najaf y Bagdad, donde no tenía conexión con nadie, y tras haber estado luchando por encontrar insulina para su diabetes, según el representante demócrata del estado de Michigan, Andy Levin.

"Jimmy Al-Daoud, residente del condado de Oakland, nunca debería haber sido enviado a Irak", dijo Levin. "Por muchas razones, estaba claro que deportar a Jimmy a un país donde nunca había estado, no tenía identificación, no tenía familia, ni conocimiento de geografía o costumbres, no hablaba el idioma y, en última instancia, no tenía acceso a la atención médica, pondría su vida en peligro extremo. Jimmy murió trágicamente de una crisis diabética. Su muerte pudo y debió haberse evitado", afirma el congresista.