Con la celebración, hoy, de las elecciones generales en Grecia, el votante heleno tiene en su mano poner fin a la era Tsipras. Que la prorrogara sería una sorpresa: las elecciones europeas del 26M fueron un batacazo para Syriza, el partido del primer ministro griego, que en cuatro años en el Gobierno ha limado sus aristas de radical de izquierdas y, quizá por ello, por haber faltado a las promesas que hizo en 2015, cuando llegó al poder -principalmente, poner fin a la austeridad-, ve próximo el fin de su tiempo, aun cuando bajo su mandato el país haya empezado a recuperarse.

La cita con las urnas de hoy dista mucho de parecerse a la de enero de 2015, cuando el país se esperanzó con el cambio, tras cinco años de durísimas políticas de austeridad dictadas por la troika. Entonces, Tsipras llegó a la jefatura del Gobierno investido de un aura contestataria que convenció a los griegos. Los elecciones de hoy son la antítesis de aquellos comicios y se plantean como un voto de castigo al primer ministro del que se da por hecho que se beneficiará el líder de ND, Kyriakos Mitsotakis.

Tsipras ha logrado reducir el paro del 27% al 18%, aunque gracias, sobre todo, al empleo precario o a tiempo parcial, y la economía del país crece desde 2017. Pero las cosas pintan mal para el gobernante porque sus compatriotas no le perdonan que en julio de 2015 convocara un referéndum que rechazó por un contundente 62% de los votos las condiciones en que la troika planteaba el tercer rescate y, acto seguido, ignorara el resultado y acabara tragando con lo exigido por la Comisión Europea, el BCE y el FMI.

Tsipras justificó este giro argumentando que, en vez de escapar y salir del euro (el "Grexit"), su Gobierno debía optar por hacer frente a la realidad. Llegó así el tercer rescate y, con él, la decepción del pueblo heleno con su gobernante, que llega hasta hoy. Entre las condiciones, esta vez figuraba la reforma de las pensiones, la privatización de la red eléctrica y la reforma del mercado laboral, medidas todas a las que Syriza se había opuesto con vehemencia en la campaña de las elecciones generales de enero de 2015.

Tras seis años de rescates, el balance era desolador: el PIB había disminuido un 25%, la tasa de paro era del 26% (el 55% en el caso de los jóvenes), el 30% de las empresas había cerrado, más de un millón de empleos perdidos, una reducción del salario medio del 38%, una reducción de la pensión media del 45%, 600.000 jóvenes cualificados en la emigración, un aumento del 42% de la mortalidad infantil, un 25% de la población bajo el umbral de la pobreza y un par de suicidios diarios.

Según el ovetense Pedro Olalla, experto en la cultura y política griegas, nombrado embajador del helenismo por el Estado griego, "el empeoramiento no se debió ni a la gestión de los gobiernos anteriores ni al giro antieuropeo de Syriza, sino a haber seguido aplicando estrictamente la misma política de la UE". Olalla asegura que "hay estudios que demuestran que los programas de la troika violan derechos fundamentales como los de vivienda, sanidad, seguridad social, educación o salario justo.

Incluso Eric Toussaint, economista y entonces presidente de la Comisión de la Verdad sobre la deuda griega, concluyó que en un alto porcentaje la deuda podría ser calificada de odiosa e ilegal.

Ahora, la economía griega está creciendo: un 1,4% en 2017 y un 1,9% en 2018. Pero el número de personas sin hogar se ha cuadruplicado. Las pensiones han sido recortadas más de veinte veces en los últimos ocho años, el paro es del 18% (del 40% entre los jóvenes), 300.000 empresas han cerrado y la renta media es de poco más de 600 euros mensuales.

En esta situación, de mejora en cifras macroeconómicas que aún no se percibe en la calle, llegaron las elecciones de mayo y Syriza cayó en picado: ND le sacó una ventaja del 9,5% de los votos en las europeas y aún más en las locales y autonómicas. Y Tsipras adelantó a hoy las generales.

Los sondeos pronostican la derrota de Syriza a manos de ND, que obtendría el 39% de los votos. Ya fue el más votado en las europeas por los griegos de entre 17 y 24 años. Los analistas opinan que la probable victoria de Mitsotakis no se deberá tanto a un cambio generalizado de ideología entre los griegos como el deseo de castigar a Tsipras por sus promesas incumplidas. Mitsotakis confía en lograr "una mayoría suficiente para poder ofrecer al país un gobierno estable que permita relanzar la maltrecha economía".

Aunque ND podría gobernar en solitario, al añadirle los votos de los partidos que no lleguen al 3%, se prevé que busque coligarse con formaciones más pequeñas. No obstante, Tsipras aún confía: "Los griegos no pueden olvidar quién causó la crisis, quién no supo manejarla y destrozó la economía y la sociedad y quién sacó al país del atolladero y la humillación". El primer ministro reconoce que tomó decisiones que no se ajustaron a las expectativas y es consciente de que hay que cambiar muchas cosas, pero parece haber perdido la confianza de los griegos.