Una marea humana tomó ayer las calles de Hong Kong, por tercera vez en una semana, para defender su autonomía frente a China, plasmada en el lema "un país, dos sistemas", que los manifestantes consideran en peligro. La movilización, que desbordó los escenarios previstos y se prolongó durante toda la jornada, continuaba por la noche con vigilias y llegó a reunir, según los organizadores, a casi dos de los siete millones de habitantes de la excolonia británica. La Policía redujo el número a 338.000, que, sin embargo, supera largamente los 240.000 que admitió el pasado domingo, cuando los opositores cifraron sus fuerzas en algo más de un millón.

La histórica protesta, sin precedentes desde el fin de la colonización británica en 1997, se desencadenó al día siguiente de que la jefa del Ejecutivo local, Carrie Lam, anunciara la suspensión sine die del proyecto de ley de extradiciones a China, pero no su anulación. Los manifestantes ya no protestan solo por el proyecto sino que, además, piden la dimisión de Lam, a quien hacen responsable de la violencia policial contra las protestas, que estuvo ausente de los multitudinarios hechos de ayer.

"Fuera Lam, no a la ley de extradición a China", gritaban en cantonés los manifestantes, que enarbolaban también carteles como "Hong Kong libre" o "No a la brutalidad policial", mientras caminaban pacíficamente entre los grandes rascacielos de la isla que se yerguen en el centro de la ciudad.

La situación está acorralando a la dirigente hongkonesa, quien a las seis horas de comenzada la manifestación, y ante su desconcertante amplitud, emitió un comunicado en el que pidió disculpas a los residentes de Hong Kong y prometió "sincera y humildemente aceptar todas las críticas", aunque no habló en ningún momento de su renuncia, una de las exigencias más coreadas por los opositores. El siguiente acto de una protesta a la que no se le ve un salida clara, llegará hoy, lunes, jornada en la que todos los habitantes de la ciudad están llamados a secundar una huelga general.