Theresa May se marcha llorando del 10 de Downing Street por no haber cumplido su misión de resolver el puzle del "Brexit". La primera ministra británica anunció ayer que renunciará al liderazgo conservador y a la jefatura del Gobierno el 7 de junio, aunque seguirá al frente del Ejecutivo mientras sus correligionarios -los mismos que no han dejado de segar la hierba bajo sus pies hasta hacerla caer- compiten por sucederla en el partido y en el gabinete.

Desde esa fecha, May ejercerá de primera ministra interina, tal como hizo en 2016 su predecesor, David Cameron, que anunció su salida de Downing Street el 24 de junio, una vez conocida la victoria del "sí" en el referéndum del "Brexit", y permaneció en el cargo hasta el 13 de julio, cuando May fue designada nueva líder conservadora.

Así debe ser, entre otras razones, para que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que visitará el Reino Unido entre el 3 y el 5 de junio, no se encuentre a su socio privilegiado sumido en un vacío de poder. "Me siento mal por ella. Ha trabajado muy duro, es muy fuerte y me gusta mucho", dijo el magnate sobre May antes de partir hacia Japón

La dimisión se hizo inevitable hace dos días, cuando, tras anunciar un cuarto y último intento de aprobar el Acuerdo de Retirada negociado y suscrito con Bruselas -pero con dos novedades para ganarse a los laboristas: una unión aduanera temporal y un segundo referéndum si esta vez obtenía el refrendo de los Comunes- comprobó que en la nave del "Brexit" que pilotaba no había ningún "tory" más.

Ayer a primera hora se entrevistó con el presidente del Comité 1922 (que reúne a los diputados conservadores que no tienen puesto en el Gobierno), Graham Brady, y por fin se abrió paso en su mente la idea de que no tenía más opción que dimitir.

Brady seguramente le confirmó que esta vez el partido se aprestaba a modificar las reglas internas que impiden presentar, durante un año, una segunda moción de censura contra el líder que ya ha superado una, como fue el caso de May el pasado mes de diciembre.

Al final de su breve comparecencia de prensa, frente al 10 de Downing Street, la "premier" rompió ayer a llorar al confesar que no ha tenido "mayor honor" en su vida. "He sido la segunda mujer en ocupar el cargo, pero ciertamente no seré la última", vaticinó, recordando a Margaret Thatcher, que también se fue presionada por los suyos, pero no asaeteada como May.

"Ha llegado la hora de que otro primer ministro lidere el país", dijo la "premier", vestida de rojo para la ocasión. Y se defendió: "He hecho todo lo posible" para materializar el "Brexit". "He luchado para hacer que el Reino Unido sirva no sólo a unos pocos privilegiados sino a todo el mundo y cumplir con el resultado del referéndum".

Pero una cosa es sustituir a May en el liderazgo "tory" y en el Gobierno y otra, muy distinta, volver a convocar elecciones anticipadas, como exige el líder laborista, Jeremy Corbyn, a quien la "premier" intentó atraerse sin éxito. Ayer insistió en que esa convocatoria debe ser "inmediata", porque el Partido Conservador es una formación "dividida y desintegrada".

"El Parlamento está bloqueado y los conservadores no ofrecen soluciones a los otros retos a los que se enfrenta el país", protestó Corbyn.

Del lado "tory", varios ministros y dirigentes elogiaron a May, si bien algunos con un deje de ironía. Boris Johnson, que parte como favorito en la carrera para la sucesión, alabó su "digno discurso" y "estoico servicio". Otro aspirante, Jeremy Hunt le rindió "tributo" y destacó su "determinación y coraje". Y el exministro del "Brexit" Dominic Raab, también candidato, resaltó la "integridad" de su antigua jefa.