El Partido Socialdemócrata de Finlandia (SDP) empezó ayer a buscar socios para poder gobernar, después de su victoria por la mínima en las elecciones legislativas del domingo, en las que la extrema derecha de Verdaderos Finlandeses se quedó a menos de 7.000 votos de la formación que lidera Antti Rinne. Las dificultades para formar gobierno son tales que el SDP no excluye buscar el entendimiento con el partido xenófobo y eurófobo. Al menos, de momento.

La segunda plaza lograda por la formación que lidera Jussi Halla-aho, superando a la conservadora Coalición Nacional del ministro de Finanzas en funciones, Petteri Orpo, y al Partido de Centro del todavía primer ministro Juha Sipilä, ha encendido todas las alarmas en la UE, ante el temor de que dé aún más alas a los partidos de ultraderecha en las elecciones europeas del 26M.

El escrutinio de las elecciones finesas fue de infarto. El SDP consiguió el 17,7% de los votos y 40 de los 200 escaños del Eduskunta (Parlamento), superando a la ultraderecha por solo 6.813 votos, equivalentes a dos décimas porcentuales, suficientes para lograr un diputado más que Verdaderos Finlandeses (39).

Pasado ya ese capítulo -que Rinne contaba con superar con más holgura-, los socialdemócratas se enfrentan ahora a una Cámara muy fragmentada en la que componer una mayoría promete ser una tarea que requerirá del vencedor de los comicios artes negociadoras muy distintas a las empleadas en sus tiempos de líder sindical, cuando dirigía huelgas que rayaban en lo ilegal. Así y todo, pese a lo exiguo de su victoria Rinne devuelve al SDP al primer puesto en unos comicios después de veinte años.

La opción más natural sería la creación de un Ejecutivo rojiverde, con el SDP, Los Verdes y la Alianza de Izquierdas, pero sus 76 diputados quedarían lejos de los 101 necesarios para lograr una mayoría absoluta. Así que Rinne deberá intentar incluir también en la coalición a alguno de los otros tres grandes partidos: los ultras, la Coalición Nacional o el Partido de Centro.

Ahora la gran pregunta es si el SDP será capaz de llegar a un acuerdo de mínimos con la extrema derecha, como hizo Sipilä hace cuatro años. La extrema derecha y el SDP comparten algunos valores, como su preocupación por los ciudadanos más desfavorecidos, pero les separa un abismo en asuntos como la inmigración o las políticas europeas.

Contra todo pronóstico, Halla-aho tendió ayer su mano a Rinne. Cree que su partido tiene muchas cosas en común con las demás grandes formaciones y está dispuesto a negociar su entrada en el Ejecutivo, aunque no a cualquier precio. "En lo que respecta a la política fiscal y al bienestar social, nuestro partido es muy centrista, por eso sería fácil cooperar tanto con el SDP como con los conservadores", afirmó.