El atentado terrorista ha encendido las alarmas en un país caracterizado por todo lo contrario, por su paz y tranquilidad, alejado de cualquier suceso que copase los telediarios del planeta entero. Esta sensación ha hecho mella en su población, multicultural por excelencia, también en los gallegos que se han ido a las antípodas a continuar su vida.

La viguesa Andrea Rodríguez es una de las 68 emigrantes de Galicia en el archipiélago del Pacífico, quien, todavía con una mala sensación en el cuerpo, cuenta a FARO que a 20.000 kilómetros "creía" que "vivía en el país más seguro y pacífico del mundo": "Es una pena muy grande y aquí nadie se esperaba algo así".

Lo cierto es que el país "kiwi" es uno de los más tolerantes y destaca por el "respeto a la diversidad que existe dentro": "Aquí no te imponen nada, cada uno tiene su religión, sus cosas; puedes ver a una señora árabe toda tapada con un burka, pero no puede ofenderse si luego ve a una inglesa con un 'short', que se le ve todo", remarca Andrea, quien, siendo también inmigrante, jamás nadie se lo ha hecho "sentir" cuando llegó a Auckland, la ciudad más poblada de las islas neozelandesas.

Otro español, Miguel Aladro, que se trasladó a Nueva Zelanda hace dos años, donde hasta hace poco se encontraba viviendo con su novia, la neozelandesa Christina Creer, precisamente en Christchurch, dice que "sabía que esta ciudad siempre había habido algo de racismo, pero suele ser un sitio muy tranquilo".

Aladro se encuentra estos días en España, pero las noticias le han tocado muy de cerca y han supuesto un golpe. "No me esperaba algo así", afirma el joven de 28 años, quien cuenta, eso sí, que las muestras de racismo son habituales entre la población de mayor edad. "Vi tratos no adecuados o expresiones sin razón en cafeterías y así, pero sobre todo en la gente mayor. La gente joven parece que tenía otra actitud hacia los extranjeros", cuenta el piloñés.

Eso sí, a pesar de la conmoción inicial, Aladro considera que este ha sido un hecho aislado y afirma que ni él ni su novia sienten miedo, ya que no creen que la situación se pueda repetir en un país que el joven califica como "muy seguro". "Se toman muy en serio la seguridad. Allí, como en Estados Unidos, no está prohibida la tenencia de armas, pero igual ahora se lo piensan después de esto", reflexiona Aladro.