Venezuela se despertó ayer en estado de máxima tensión y con la resaca de la violenta jornada del sábado, marcada por el fracaso de la intentona del autoproclamado presidente Guaidó de introducir en el país la ayuda de EE UU. El balance provisional del sábado arroja cuatro muertos y una veintena de heridos en la frontera con Brasil y casi 300 heridos en la raya con Colombia. El número de militares desertores subió, según fuentes opositoras, hasta 120.

En ese ambiente enrarecido, la de ayer fue una jornada de declaraciones, con algunos choques en las inmediaciones de la frontera brasileña. Una fuente del entorno del vicepresidente de EE UU, Mike Pence, adelantó que el "número dos" de Trump anunciará hoy desde Bogotá "medidas concretas" y "acciones claras" sobre la crisis venezolana. "Lo que ocurrió (el sábado) no va a evitar que consigamos que la ayuda humanitaria llegue a Venezuela", aseguró la fuente. Pence participará hoy en Bogotá, junto a Guaidó, en la reunión del Grupo de Lima, que apoya sin fisuras al líder opositor.

El ministro de Exteriores español, Josep Borrell, advirtió ayer que España no apoyará una intervención militar extranjera en Venezuela y condenará la acción, porque, en contra de lo que sostiene EE UU, "no todas las posiciones están sobre la mesa" para solucionar la crisis. "Esperamos que no se produzca", dijo Borrell respecto a una agresión armada. La UE pidió "enérgicamente" al presidente Maduro que deje entrar la ayuda en Venezuela.

Guaidó, que desde el viernes se encuentra en Colombia, optó por dar un paso adelante y anunció que planteará "a la comunidad internacional de manera formal tener abiertas todas las opciones para lograr la liberación" de Venezuela, "que lucha y seguirá luchando".

Desde Caracas, el ministro de Exteriores (canciller) venezolano, Jorge Arreaza, aseguró que el secretario de Estado de EE UU, Mike Pompeo, está "desesperado por fabricar un pretexto para la guerra" y atribuyó a agentes encubiertos la quema, el sábado, de dos camiones con ayuda.