Ayer fue jueves, pero para los venezolanos era como un domingo, aunque por razones bien distintas a la naturaleza de un festivo. No hubo colegio, ni competiciones deportivas y muy poca gente fue a trabajar en Caracas. No era seguro. Lo pertinente era quedarse en casa, sin salir a la calle -por lo que estaban casi vacías- salvo que resultara indispensable, a la espera de cómo se resuelva la enésima crisis del país tras, en esta ocasión, la autoproclamación de Juan Guaidó como presidente interino. Los emigrantes gallegos entrevistados se mueven entre el temor a lo que pueda pasar, a la respuesta de los militares, y la esperanza, en unos más remota que en otros, de que algo cambie en Venezuela y se pueda superar la etapa de Maduro, con el que no ven futuro, no solo para las generaciones venideras, sino para ahora misma. Las protestas más violentas -se calculan unos 16 los muertos- se desarrollan esta vez en los barriadas (favelas), tradicionales feudos del chavismo. Los disparos se escuchan durante toda la noche. El suministro de víveres y productos de primera necesidad es como siempre. Casi no hay.

Nació en Lamela (Silleda), prácticamente toda su vida la ha hecho en Venezuela y no piensa abandonar el país a pesar de que se recrudezca la crisis. "Es el pan de cada día, sí, pero no te acostumbras a vivir así", cuenta Luisa Abades en conversación telefónica. Regenta un hotel en una zona tranquila de Caracas, pero ayer casi no se presentaron trabajadores a sus puestos por la inseguridad que reina en las calles. "Por el día la situación está más o menos tranquila, pero las noches son terribles por los disparos y los saqueos", asegura.

Esta emigrante es de las personas que quieren que la situación cambie de raíz, si bien considera que para ello es necesario que los militares no reaccionen en defensa de Maduro. "La represión es horrorosa. Destrozan a quienes protestan, son autómatas a los que no importa nada sacar un ojo o violar", sostiene esta empresaria que se ha acostumbrado a vivir con los suministros mínimos, por su escasez y altísimo precio. Tiene familia en Galicia y esta le envía las medicinas que necesita.

"Estamos absolutamente reprimidos", sentencia sin titubeos el periodista Pedro García, cuyos padres son de A Coruña. Él tiene claro que la presidencia de Maduro es espuria, que no es legítima, y quiere que la presión internacional ayude a dar un giro de 180 grados en Venezuela. "Las protestas son brutales y más en las barriadas donde el chavismo gobernaba. Estamos en un escenario de preguerra civil", asegura este descendiente de gallegos.

A diferencia de otras etapas, sostiene que ahora las protestas están más extendidas por todo el territorio, muy especialmente en las zonas populares -en alusión a los barrios de clases bajas-, donde en el pasado el chavismo tenía un fuerte punto de apoyo. Pero lo que tiene claro es que el cambio de rumbo depende del papel que asuma el alto mando militar. Si apoya a Maduro, el giro tendrá que esperar. "Dependemos absolutamente de lo que decidan los militares", afirma Pedro García.

Tiene dos hijos que ayer no mandó el colegio porque la recomendación era que permanecieran en casa. Y su futuro es lo que más le preocupa. Por eso quiere ver en la autoproclamación de Guaidó y el anuncio de nuevas elecciones una puerta abierta a la esperanza. "Es como la luz que estamos esperando. Qué futuro podremos tener, sino, para nuestros hijos", cuenta esta hija de gallegos nacida en Caracas.

Pero vive con cierto temor porque desconoce cómo acabará la enésima crisis política, económica y social de Venezuela. "Hay tiros, detonaciones, por todas partes, pero sobre todo por la noche y en las barriadas", cuenta Teresa Tielas, que añade como médicos y profesores abandonan el país en busca de oportunidades. "Tampoco hay medicinas y ni los colegios ni los bancos puede siquiera cubrir ya los gastos de los folios", lamenta a modo de ejemplo sobre la carestía de productos de primera necesidad.

Juan Cendón tiene muy claro su posición política. Para él, Nicolás Maduro debería ser apartado, aunque es consciente de que el problema de Venezuela va a ser complicado de superar. "Resolverlo no es fácil, pero el señor Maduro ya no es presidente en estos momentos. Yo no lo considero presidente, pero claro, no todos pensamos igual", asegura. Añade que no tiene el respaldo social ni democrático, pero sí cuenta con los militares. "El 80% de la población no lo quiere, pero Maduro está en el poder por la fuerza de los militares", cuenta Juan Cendón, nacido en Caracas pero cuyos padres son de Covelo (Pontevedra).

Comenta que la gente ya está cansada de chavismo y que no resistirá mucho más. Refuerza esta idea con algunos datos, como que el sueldo mínimo es de 18.000 bolívares al mes, pero que un kilo de patatas cuesta 4.000, y al cambio, el salario mensual son seis dólares. "La gente no tiene dinero para comer ni las empresas confianza para invertir. Sin confianza, el país no va para arriba y sin la empresa privada esto no se arregla", explica.

Nacida en A Coruña hace 75 años, Maruja Pose no se movió ayer de casa. Vive, como reconoce, "en calma tensa" esperando desentrañar cómo se resolverá la nueva crisis de Venezuela, dado que no se fía de Nicolás Maduro por mucha presión internacional que sufra. "Seguro que está maquinando algo feo y ojalá me equivoque. Pero él no se va a quedar tranquilo", contaba por teléfono mientras de fondo se oían las cornetas de una de las innumerables protestas que sacuden Caracas. "La gente está recogida en sus casas porque hubo tiroteos y no sale a la calle. Y eso que yo vivo en una zona tranquila", asegura Maruja Pose.