La primera ministra británica, Theresa May, optó ayer por suspender sine die la votación sobre el Acuerdo de Salida de la UE ("Brexit") pactado con Bruselas en noviembre. May tomó esta decisión, que ha desencadenado las peticiones de que se retire, ante la constatación de que no tiene los 326 escaños que marcan la mayoría absoluta en la Cámara de los Comunes. La líder "tory", cuyas filas se componen de 315 diputados, no solo no cuenta con los diez votos de sus aliados gubernamentales (los norirlandeses del DUP) sino que tiene a un centenar de diputados "tories" en contra, por euroescépticos o por eurófilos.

May, que se negó a todas las peticiones para que fije una fecha de votación, anunció en la Cámara que hoy mismo viajará a Bruselas para explicar la situación y pedir "garantías adicionales" que convenzan a los detractores del pacto.

La clave de las desavenencias sigue siendo la frontera intrairlandesa. Evitarla, en los términos del acuerdo, implica que el Ulster permanecerá indefinidamente en la unión aduanera -rompiendo la unidad comercial británica- o que, para no incurrir en esa quiebra, será todo Reino Unido el que quede aprisionado en ella, lo que a ojos de los defensores del "Brexit" descafeína la salida de Londres.

Desde Bruselas, la respuesta fue inmediata y taxativa: la negociación, fruto de 17 duros meses de conversaciones, no se va a reabrir. "Este acuerdo es el mejor y el único posible, no vamos a renegociar", afirmó una portavoz de la Comisión Europea, quien precisó que, de un modo u otro, el próximo 29 de marzo será el último día de permanencia de Reino Unido en la UE.

Marcha atrás posible

Las duras réplicas de Bruselas llegaron el mismo día en el que el Tribunal de Justicia de la UE, con sede en Luxemburgo, confirmó que Londres puede dar marcha atrás unilateralmente a su decisión de dejar la Unión, a condición de que no haya entrado en vigor el Acuerdo de Salida que hoy, martes, tenían que votar los Comunes. Sin embargo, el Gobierno de May respondió de inmediato que no habrá marcha atrás.

Lo único que está dispuesto a hacer Bruselas en favor de May es reunirse en Consejo Europeo este jueves para buscar una de esas cuadraturas de círculo a las que tan habituada está la diplomacia comunitaria: una fórmula que facilite la ratificación sin tocar el texto ya pactado.

En Reino Unido, los nacionalistas escoceses presionaron ayer a los laboristas para que presenten una moción de censura. El DUP norirlandés aseguró que la apoyaría. Treinta y seis diputados laboristas pidieron por escrito a su líder, Jeremy Corbyn, que lance la moción de censura. Pero Corbyn aclaró que prefiere esperar a que May regrese con sus "garantías" de Bruselas y, entonces, pierda "incuestionablemente" la confianza del Parlamento.