Las cifras de la movilización de ayer de los "chalecos amarillos" (y son las oficiales) hablan por sí solas: 125.000 personas protestaron en toda Francia, 10.000 de ellas en París. Y para contenerlas, un dispositivo de seguridad formado por 89.000 gendarmes (dos agentes por cada tres manifestantes) desplegados en todo el país, y casi tantos policías como "chalecos" en la capital, que volvió a servir de altavoz a la empobrecida clase media francesa para mostrar su hartazgo con la carestía de la vida y exigir la renuncia del presidente Macron. Fue la consigna más repetida.

Sin embargo, aunque a cada "chaleco amarillo" le correspondieran ayer 0,8 policías en París, las escenas de violencia y vandalismo de hace una semana se repitieron. A media tarde, la cifra de manifestantes detenidos se acercaba a los 1.400 (700 de ellos en la capital) y la de heridos era de 118, además de 17 agentes, frente al balance de 201 "chalecos" y 284 gendarmes lesionados el sábado pasado. Quizá la reducción se deba a que el Ayuntamiento que preside la hispano-francesa Anne Hidalgo decidió retirar más de 2.000 elementos de mobiliario urbano para evitar que fueran usados como armas arrojadizas y a que los comerciantes protegieron sus escaparates con planchas de madera o metal. O, no menos importante, a que la Policía movilizara una docena de vehículos blindados provistos de todo lo necesario para desmontar barricadas.

Finalizadas las escaramuzas en los emblemáticos Campos Elíseos, los más extremistas trasladaron la batalla campal a los bulevares, donde volvieron a levantar barricadas con todo lo que encontraron a su paso: adoquines, cómo no, tapas de registro o las planchas que protegían los comercios y que terminaron sirviéndoles a ellos de parapetos para defenderse de los gases lacrimógenos y los cañones de agua que les lanzaban los gendarmes.

"¡Macron dimisión!", gritaban los "chalecos amarillos". "Quieren que nos dispersemos, pero nos encierran" en los Campos Elíseos, protestaban. Y en la Plaza de la Bastilla, en la otra punta de París, se abucheaba a la Policía. "¡Dinero lo hay en las arcas de la patronal!", gritaban, mientras en la vitrina de un banco se leía: "Macron, ladrón".

La protesta sabatina en París, la cuarta consecutiva, degeneró enseguida en choques con los gendarmes en los Campos Elíseos. En las calles adyacentes al Arco del Triunfo, epicentro de los disturbios de hace una semana, algunos coches fueron quemados. Cerca del Centro Pompidou, los blindados policiales apagaron una barricada. Y otro tanto ocurrió en la avenida Marceau y en la calle Courcelles: intentos de levantar barricadas, vehículos incendiados.

A lo que parece, de nada le ha servido a Macron anular la subida de los impuestos a los combustibles, detonante de las protestas el pasado 17 de noviembre. El grado de intensidad que alcanzaron ayer los enfrentamientos, en París y otras ciudades importantes, no deja lugar a dudas sobre la intención de los "chalecos" de persistir en su desafío al Gobierno de Édouard Philippe: de los casi 1.400 manifestantes detenidos ayer en toda Francia, 975 seguían en custodia preventiva, informó a las siete de la tarde el titular de Interior, Christophe Castaner. Una cifra "excepcional", reconoció el ministro que la víspera había asegurado, con optimismo algo temerario, que el movimiento de protesta popular se estaba deshinchando.

Castaner hubo de corregir la cifra de seguimiento de las protestas que había manejado Interior durante todo el día: 31.000 en todo el país, que después creció hasta los 125.000. Pero el primer ministro Philippe, después de felicitarse por el trabajo de la Policía ("las fuerzas del orden han hecho que se respete la ley", dijo) insistió en que ha llegado la hora de fortalecer el diálogo que él mismo inauguró el sábado con los "chalecos" moderados (los que se dan por satisfechos con la marcha atrás en el aumento del precio de los combustibles).

Entre tanto, sin embargo, la movilización seguía cundiendo en otras ciudades del país, como Toulouse, Lyon o Nantes. Se registraron graves incidentes en Burdeos y Marsella, donde las fuerzas del orden cargaron varias veces y lanzaron gases lacrimógenos contra los manifestantes, que, por su parte, levantaron e incendiaron barricadas.

Las protestas cruzaron la frontera con Bélgica y en Bruselas fueron detenidas 70 personas en disturbios en el barrio donde se concentran las instituciones europeas. La acciones organizadas en el peaje de Biriatou, en el País Vasco, en la A-63, y en Le Boulou, en la A-9, junto al paso fronterizo por Cataluña, provocaron retenciones de camiones de hasta siete kilómetros.