El presidente de Francia, Emmanuel Macron, inspeccionó ayer en persona los daños causados el sábado en el centro histórico y turístico de París por los manifestantes de los "chalecos amarillos" durante una jornada de protesta que se saldó con 682 detenidos en toda Francia -412 en París- y 263 heridos, de los que 81 son policías. Un total de 130.000 personas se manifestaron en el país galo en la tercera jornada de protestas contra la pérdida de poder adquisitivo, frente a las 166.000 del 24 de noviembre y las 282.000 del 17 de ese mes.

Con todo, la jornada del sábado fue la más violenta registrada hasta ahora. Tanto que el Gobierno galo no descarta decretar el estado de excepción para hacer frente a nuevos episodios de violencia, según anunció su portavoz, Benjamin Griveaux.

Según medios franceses, varios sindicatos policiales han solicitado al Ejecutivo que aplique medidas de excepción para evitar que las escenas de insurrección que se vivieron en París -y a menor escala en ciudades como Nantes, Toulouse y Marsella- se repitan el próximo fin de semanacuando grupos de "chalecos amarillos" se manifiesten de nuevo.

Macron se reunió ayer en el palacio del Elíseo con el primer ministro, Édouard Philippe, y con los responsables de Interior, Justicia y Ecología. No hubo comunicado tras la reunión ni intervención alguna del presidente, quien el sábado advirtió: "Siempre respetaré el desacuerdo, siempre escucharé a la oposición, pero jamás aceptaré la violencia".

Según fuentes del Elíseo, Macron instó al primer ministro a reunirse con los jefes de los partidos con representación parlamentaria y con los representantes de los manifestantes, sin dar una fecha concreta, con la voluntad de "dialogar". Y solicitó además una "reflexión sobre la adaptación del dispositivo de mantenimiento del orden en el futuro".

Philippe podría encontrarse de nuevo con la inverosímil situación que vivió el pasado viernes tras haber invitado a una delegación de "chalecos amarillos". Solo se presentaron dos miembros de este colectivo: uno que quiso mantener el anonimato y otro que se marchó minutos después de llegar ante la negativa del primer ministro a que se filmara la reunión.

Antes de irse, este "chaleco amarillo" dijo a la prensa que había recibido fuertes amenazas y presiones por parte de otros miembros del movimiento para no acudir a la cita pues "no les representaba".

Según diversos testimonios recogidos por la agencia AFP, los alborotadores del sábado tienen un perfil variado, ya que se mezclan auténtico "chalecos amarillos" con pequeños delincuentes e indignados de todo tipo. El ministro del Interior, Christophe Castaner, denunció una "estrategia organizada por profesionales del desorden, profesionales de los destrozos".