Los electores de EE UU pusieron un freno el martes al presidente Trump al privarle del rodillo del Congreso en unos comicios que el magnate había presentado como un plebiscito. La "ola azul" dio a los demócratas la Cámara de Representantes, mientras que los republicanos mantuvieron, algo reforzada, su mayoría absoluta en el Senado. Los demócratas también ampliaron su presencia al frente de los estados, al robar siete gobernaciones a sus rivales.

Con casi dos decenas de escaños pendientes de atribución entre ambas cámaras, en espera de resolver reclamaciones, estos eran los resultados anoche: los demócratas cuentan con 222 actas en la Cámara, donde la mayoría absoluta es de 218. Los republicanos tienen 197, y quedan por atribuir 16. Al menos 27 escaños han pasado, pues, de rojos a azules en esta cámara, renovada cada dos años.

En el Senado, que cada dos años renueva a un tercio de sus miembros, se disputaban 35 actas. A falta de dos escaños por atribuir, los republicanos suben de 51 a 52 y los demócratas bajan de 49 a 46. Mantener el Senado evitará a Trump problemas en la confirmación de altos cargos, le permitirá seguir nombrando jueces conservadores y, lo más importante, aleja el fantasma del "impeachment".

Sin embargo, la pérdida de la Cámara no solo limita la iniciativa legislativa de Trump sino que dota a los demócratas de control sobre su Ejecutivo y les permite investigar tanto su pasado como su acción de gobierno desde 2017.

De ahí que, pese a haber celebrado los resultados como un "tremendo éxito", Trump se mostrará muy agresivo en la rueda de prensa que, ya por la tarde, concedió en la Casa Blanca. Trump tuvo un fuerte enfrentamiento con el representante de la CNN, Jim Acosta, a propósito de algunas preguntas sobre inmigración y racismo.

"Francamente, deberías dejarme gobernar el país. Tú diriges CNN y, si lo hicieras bien, tu audiencia sería mucho mayor", le espetó. Cuando Acosta intentó una última pregunta, Trump perdió los nervios: "Ya está bien, quitadle el micro", ordenó a sus ayudantes.

Antes de esa comparecencia, Trump lanzó por tuits una seria advertencia a los demócratas: si inician investigaciones sobre él en la cámara baja, hará "lo mismo contra ellos desde el Senado y el Gobierno se paralizará". Trump aseguró que investigará "las filtraciones de información clasificada, y mucho más, desde el Senado. Los dos podemos jugar a ese juego", desafió.

Después de la rueda de prensa, en la que reiteró sus amenazas a los demócratas, Trump dio la campanada del día al anunciar la destitución del fiscal general, Jeff Sessions, cuyo cese había sido anticipado y desmentido en varias ocasiones. La relación entre ambos gobernantes es pésima desde que, en marzo de 2017, Sessions decidió inhibirse de las investigaciones sobre la trama rusa, dado que, antes de tomar posesión había tenido contactos con el embajador de Moscú. Como consecuencia, el nombramiento, en mayo siguiente, del fiscal especial que investiga la trama, Robert Mueller, correspondió al "número dos" de Justicia, Rod Rosenstein, con quien Trump también mantiene pésimas relaciones. Cesar a Sessions permitirá al magnate nombrar fiscal general a una persona con el suficiente margen de maniobra para intentar protegerle frente a las investigaciones de Mueller y de la Cámara de Representantes.

La intensa actividad de Trump dejó en segundo plano las reacciones de los demócratas, cuya jefa en la Cámara, Nancy Pelosi, aseguró que la victoria de su partido "restaura la salud" de la democracia en EE UU y defenderá el derecho a la sanidad, punto central de la campaña demócrata. Pelosi se ofreció a colaborar con Trump a la vez que anunciaba su intención de controlar al Ejecutivo