Los líderes de la UE debían decidir anoche el futuro de las negociaciones del "Brexit" en el transcurso de la tradicional cena que cierra el primer día de sus cumbres. Y a la mesa se llevaron una conclusión palmaria del negociador jefe de la Unión, Michel Barnier. Es necesario, sentenció, "más tiempo, mucho más tiempo" para cerrar un acuerdo sobre la salida del Reino Unido. El francés ya había propuesto a primera hora de la mañana un año más de transición, es decir: salida oficial el 29 de marzo de 2019 y fase transitoria hasta el 31 de diciembre de 2021. Acorralada, la primera ministra británica, Theresa May, aceptó considerarlo.

El trabajo continuará "en las próximas semanas, con calma y paciencia", garantizó, casi ordenándolo, Barnier. Se evapora así del todo la esperanza inicial, ya muy mermada, de alcanzar un acuerdo en la cumbre que se había presentado hasta la fecha como "el momento de la verdad", a menos de seis meses del día marcado para la firma del divorcio. Aunque no de todos los papeles: el obstáculo de la frontera irlandesa sigue siendo, por ahora, insalvable.

Sin embargo, con un año más de transición, Bruselas ve posible abordar y cerrar el otro gran asunto que sigue pendiente, la futura relación comercial, de paso que se busca la manera de no instalar aduanas entre Irlanda del Norte, provincia británica, y la República de Irlanda, país miembro de la UE, para no perjudicar las exportaciones norirlandesas, el flujo de las miles de personas que cruzan a diario la línea divisoria ni la paz que trajo el Acuerdo de Viernes Santo de 1998.

El problema, para May, es que alargar un año más todo el proceso puede encrespar todavía más los ánimos del sector euroescéptico de su Gobierno, que está al borde de una nueva rebelión.

Ni Londres ni Bruselas quieren una frontera "dura" entre las dos Irlandas, pero discrepan sobre cómo hacerlo. A la propuesta de Barnier de que el Ulster permanezca en la unión aduanera por tiempo indefinido, May opuso la de que sea el Reino Unido entero el que siga dentro de ese marco, pero con una fecha tope.

La UE rechaza esta segunda opción y May se niega a aceptar la primera porque pondría en entredicho la integridad territorial del Reino Unido. Además, sus aliados unionistas del DUP, de los que depende en las votaciones en el Parlamento británico, no aceptarían que el Ulster recibiera un trato diferente al del resto de las regiones británicas.

Con este embrollo sobre la mesa y las negociaciones bloqueadas como tales desde el domingo, los Veintisiete esperaban que May trajera ayer a Bruselas alguna solución mágica. O una espada para romper el nudo gordiano de las negociaciones. No fue así. El presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, decía anoche que no había percibido ningún cambio en la postura de la primera ministra sobre el enredo irlandés. May se dirigió durante unos quince minutos a los líderes de la UE antes de que éstos pasasen al salón a cenar para decidir los siguientes pasos.

Lo que sí apreció Tajani fue buena disposición. El tono de la "premier" fue "el de alguien que quiere conseguir un acuerdo" y deja clara su "voluntad política para abrir el camino".