El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, arremetió ayer en Estrasburgo contra el "nacionalismo miope" porque, dijo, es una "mentira evidente y un veneno pernicioso". Por el contrario, consideró una "virtud" el patriotismo si se entiende que la dimensión nacional y la europea no son excluyentes y han de ir de la mano.

"Quisiera que todos dijéramos no al nacionalismo insano y que dijéramos sí al patriotismo iluminado", exhortó Juncker durante su último discurso sobre el Estado de la UE, pronunciado ante el pleno de la Eurocámara. Ante el ascenso de los nacionalismos y la ultraderecha, el líder del Ejecutivo comunitario recordó que los padres fundadores de la UE "todavía conocieron el horror de la guerra" y que el mayor hito del proyecto europeo es la paz.

"El nacionalismo nunca ha resuelto problemas, solo los ha creado. Aquellos que se quedan en su esquina nacional no pueden resolver desafíos globales. Creo que la razón de la UE prevalecerá y aquellos que quieren garantizar la paz y la prosperidad se opondrán a los populistas" en las euroelecciones del año que viene, auguró.

Para desactivar la cuestión de la migración, Juncker propuso aumentar a 10.000 los efectivos de la guardia de fronteras y costas europeas para 2020 y acelerar, en paralelo, el retorno de migrantes. África, de donde proceden la mayoría de los inmigrantes económicos llegados a las costas europeas, fue planteada como otra de sus prioridades. Juncker propuso construir "una nueva alianza" intercontinental con el objetivo de crear hasta 10 millones de empleos en el próximo lustro en el continente africano.

En paralelo al discurso de Juncker y a la resolución contra Hungría, la canciller alemana, Angela Merkel, sostuvo que el "aislamiento" no puede ser la solución a la llegada de inmigrantes a Europa, al tiempo que previno contra actuar de forma unilateral -como pretenden Hungría, Polonia o Italia- en este ámbito. Merkel defendió, por el contrario, que la respuesta debe darse en el marco conjunto europeo.