La tensión entre Rusia y Europa se incrementó ayer un poco más al concretar el Gobierno británico sus sospechas de que Moscú está detrás del intento de asesinato por envenenamiento, el pasado 4 de marzo, del exespía ruso Serguei Skripal y de su hija Yulia en la localidad inglesa de Salisbury. La policía y la fiscalía británicas acusaron en firme a dos oficiales del servicio de inteligencia militar ruso (GRU) de la agresión. Poco después, la primera ministra, Theresa May, expresó en el Parlamento su convencimiento de que la operación fue aprobada "al más alto nivel del Estado ruso".

Skripal y su hija fueron envenenados con Novichok, un agente nervioso de fabricación militar rusa, transportado en un frasco de perfume. El ataque también hirió a un policía británico, quien, al igual que los Skripal, recobró la salud tras semanas hospitalizado. Los Skripal enfermaron al tocar la manilla de la puerta de su domicilio, contaminada con el agente nervioso. Una mujer murió en julio tras ponerse en la muñeca el perfume contenido en un frasco hallado en un contenedor. Probablemente, el frasco usado por los espías.

Según las autoridades británicas, que han convocado para hoy, jueves, una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU, los atacantes fueron los espías militares Alexander Petrov y Ruslan Boshirov. Londres ha pedido una orden europea de detención contra ellos, para el caso de que salgan de Rusia, pero admite que los nombres pueden ser seudónimos.

En su comparecencia ante los Comunes, May aseguró que "las acciones del GRU suponen una amenaza para todos nuestros aliados y para todos nuestros ciudadanos. Partiendo de lo que hemos aprendido de la investigación de Salisbury y de lo que, más ampliamente, sabemos de esta organización, debemos reforzar nuestros esfuerzos colectivos específicos contra el GRU", dijo May.

La primera ministra explicó que 250 detectives han revisado miles de horas de imágenes de cámaras de seguridad hasta identificar a los agresores. "Estamos aumentando nuestro entendimiento de lo que hace el GRU en nuestros países", agregó May, "arrojando luz sobre sus actividades, exponiendo sus métodos y compartiéndolos con nuestros aliados".

Tras conocer el tenor de las acusaciones británicas, la portavoz del ministerio de Exteriores ruso, María Zajarova, se inclinó por un desmentido y una llamada a la colaboración. "Ni los nombres publicados por los medios ni las fotos nos dicen nada", afirmó Zajarova antes de reiterar el llamamiento del Kremlin a "pasar de las acusaciones públicas y la manipulación informativa a la cooperación entre servicios de seguridad".

Poco después, Moscú citó al embajador británico para exigirle las huellas dactilares de los sospechosos. Las autoridades rusas explicaron que Londres tiene que tener esas huellas, ya que todo ciudadano ruso tiene que cumplir ese requisito al solicitar un visado para viajar al país.