Los efectos de las sanciones económicas de EE UU contra la ya maltrecha economía iraní llevan meses sintiéndose en el país persa, a pesar de que no entraron en vigor hasta la madrugada de ayer. La histórica hostilidad de los iraníes contra Washington pierde no obstante fuerza mientras se vuelve contra sus propios dirigentes.

"Siento que están destruyendo mi vida. La situación económica ahora significa que la clase trabajadora tiene que morir", afirma a AFP Ali Paphi, un obrero de la construcción que lamenta que el encarecimiento generalizado de los precios ya no le permite hacer frente a gastos como la compra de alimentos o el pago del alquiler. "Los precios han aumentado desde hace tres o cuatro meses y todo lo que necesitamos es ahora más caro, incluso antes de que se impusieran las sanciones", denuncia por su parte Yasaman, un fotógrafo de 31 años en Teherán.

Gran parte del daño que la economía persa sufre actualmente se ha producido en las semanas previas al retorno de las sanciones, una vez que la retórica agresiva del presidente estadounidense, Donald Trump, espantó a los inversores y provocó el desplome de la moneda local, el rial.

Cada vez son más los iraníes, especialmente en la capital, que creen que sus líderes políticos se verán obligados a volver a las negociaciones. Muchos opinan que el presidente, Hasan Rohani, acabará "tragándose el veneno", en referencia a una expresión que utilizó en 1988 para afirmar que una tregua en la guerra de ocho años con Irak era como "beber una taza de veneno".

También entre los iraníes más ricos y educados cunde la sensación de que Rohani es incapaz de resolver los problemas económicos de un país que sufre, además, una corrupción muy arraigada, un sistema bancario caótico y un desempleo desbocado tras décadas de mala administración. Algunos como Sogand, un joven iraní-estadounidense, han abandonado ya el país tanto por las pésimas perspectivas económicas como por el aumento de las detenciones de personas con doble nacionalidad, acusadas de espionaje.