El presidente de EE UU, Donald Trump, se vio obligado ayer a ceder ante la presión para que ponga fin a la separación de niños y padres inmigrantes. La creciente ola de indignación, dentro y fuera de EE UU, movió al magnate a anunciar un decreto que evite el confinamiento de los menores, en algunos casos encerrados en jaulas instaladas en naves.

"Queremos mantener a las familias juntas", declaró Trump, apenas 24 horas después de sostener que la separación era necesaria para proceder a la detención de los adultos.

La difusión en todo el mundo de vídeos en los que se ve a los pequeños aislados y en los que puede oírse a algunos llorar con desconsuelo reclamando la presencia de su madre o de su padre acabó con la resistencia del inquilino de la Casa Blanca.

El decreto de Trump debería coincidir con la firma de una ley por el Congreso. La Cámara baja anunció una votación hoy mismo para acabar con las separaciones. "Podemos hacer cumplir nuestras leyes de inmigración sin separar a las familias", afirmó el presidente de los Representantes, el republicano Paul Ryan.

Pocas horas antes, un Trump sobrepasado aseguró que firmaría cualquier ley que le presentasen al respecto.

Una de las últimas peticiones en llegarle fue la de su hija, Ivanka, 72 horas después de que fuera la propia esposa de Trump, Melania, la que criticase las separaciones familiares.

Desde fuera de EE UU, la avalancha de críticas es imparable. Por sólo citar algunos ejemplos, los máximos responsables de Canadá, la UE, Reino Unido, Alemania o el Consejo de Europa expresaron su malestar y condena.

El Estado de Nueva York anunció una demanda contra el Gobierno por lo que entiende es una violación de los derechos constitucionales de los migrantes.