Trump tuvo ayer su cumbre pacificadora en Singapur y Kim se hizo la foto que el régimen de Corea del Norte lleva persiguiendo desde hace décadas. De igual a igual y sin precedentes. Todo en apenas cinco horas, cuando en España todavía era de noche. La reunión a solas entre los dos mandatarios duró 40 minutos y después continuó en presencia de sus principales asesores.

El resultado, que no se vio interferido por ningún desplante del magnate, quedó plasmado en una declaración de intenciones que los analistas consideran simbólica pero que, conceden, desactiva la atmósfera de tensión reinante en la península coreana. Permite, además, el inicio inmediato ("la semana que viene") de unas negociaciones que deberían conducir a la desnuclearización del territorio dividido por el paralelo 38. EE UU quiere que Corea del Sur y China se involucren en ellas.

Los acuerdos alcanzados en Singapur por EE UU y Corea del Norte deben dividirse en dos apartados: los escritos y los relatados por Trump. El papel contiene en su preámbulo "garantías de seguridad" de Trump hacia Corea y la reafirmación de Kim "en su sólido e inquebrantable compromiso para una completa desnuclearización de la península coreana".

Siguen cuatro puntos: 1) EE UU y Corea del Norte se comprometen a establecer un nuevo tipo de relaciones, basadas en los deseos de paz y prosperidad de sus pueblos. 2) EE UU y Corea trabajarán juntos para construir una paz duradera y estable en la península de Corea. La negociación de este punto debería desembocar en un tratado de paz que liquide de modo oficial la guerra de 1950-53, resuelta mediante un simple alto el fuego indeterminado. 3) Corea del Norte se reafirma en la declaración de Panmunjom, emitida el pasado 27 de abril en una cumbre intercoreana, y se compromete a "trabajar para la completa desnuclearización de la península coreana". 4) EE UU y Corea se comprometen a devolver los restos de los soldados caídos en la guerra y a repatriar de inmediato a los ya identificados.

Tras lo escrito, lo relatado por Trump. EE UU no levantará las sanciones a Pyongyang hasta que no tenga garantías de que la renuncia al arma atómica va por buen camino. Sin embargo, dejará de hacer maniobras militares con Corea del Sur ("costosas y provocadoras"), ya que Kim se ha comprometido a destruir de inmediato, en presencia de inspectores, un centro de pruebas balísticas. Por su parte, Kim ha aceptado una invitación para visitar la Casa Blanca y Trump viajará a Pyongyang "en el momento adecuado".

La declaración fue bien acogida, aunque con prudencia, tanto en la ONU ("requerirá paciencia") como en China, que adelantó su participación en el diálogo y abrió la puerta a un levantamiento de sanciones. También en la UE y en Rusia, que, sin embargo, no dejó de advertir que "el diablo se esconde en los detalles", alertando así sobre las dificultades de convertir en hechos un documento tan generalista. Corea del Sur resaltó "el valor y la determinación" de los dos mandatarios, mientras Japón expresó su esperanza en que Corea del Norte "se comporte como un país responsable".