Los líderes de las dos Coreas mantuvieron ayer, en secreto y por sorpresa, su segunda reunión en menos un mes para tratar de reactivar la celebración de la cumbre entre el norcoreano Kim Jong-un y el presidente de EE UU, Donald Trump, que, después de ser cancelada este jueves por el mandatario norteamericano por la presunta "hostilidad" de los últimos mensajes de Pyongyang, aún podría tener lugar en el país y la fecha señalados (Singapur, el 12 de junio), tal como el propio magnate dejó caer el viernes.

Kim y el presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, se reunieron durante dos horas en la militarizada frontera entre los dos países, pero del lado norcoreano, según detalló la oficina presidencial de Seúl en una nota.

"Los dos líderes intercambiaron opiniones amistosamente para materializar la declaración de Panmunjom del 27 de abril y para lograr que se celebre con éxito una cumbre entre Corea del Norte y Estados Unidos", explicó en el comunicado el portavoz presidencial, Yoon Young-chan.

El segundo encuentro entre los líderes norcoreanos se celebró dos días después de que Trump anunciara súbitamente que cancelaba la cumbre para tratar con Kim el desmantelamiento de su programa nuclear, aunque el viernes el presidente estadounidense se desdijo de su propio anuncio.

Tanto la cancelación como la marcha atrás parecen una maniobra del magnate para conseguir que, en el ínterin, Pyongyang suavizara el tono de sus últimas críticas. Así, el "idiota" que la viceministra de Exteriores norcoreana, Choi Son-hui, dedicó al vicepresidente, Mike Pence, después de que éste sostuviera, como había hecho el consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, que EE UU aplicaría el "modelo libio" para conseguir la desnuclearización de Corea del Norte.

Esas palabras de Bolton irritaron a Pyongyang, consciente de que, ocho años después de firmar su pacto con Washington, el líder libio Muamar el Gadafi fue derrocado con ayuda de la OTAN y asesinado por una turba.

Algunos observadores no descartan que la decisión de cancelar la cumbre fuera un cálculo estratégico de Trump, diseñado con el fin de "aumentar la presión para que Kim acudiera a él" suplicando mantener la cita, en palabras de Scott Seaman, analista del Eurasia Group. En efecto, Corea del Norte buscó esa reconciliación al asegurar el viernes en un comunicado que estaba dispuesta a retomar el diálogo con EE UU "en cualquier momento".

Poco después, Trump aseguró que los norcoreanos tenían "mucho interés" en volver a programar la cumbre, quizá incluso en su fecha original del 12 de junio, e insinuó que su brusco gesto podría haber sido, en efecto, parte de una táctica negociadora.

La Casa Blanca informó ayer del envío a Singapur de un equipo para preparar la cumbre, aun sin la certeza de su celebración.