La masacre del lunes en Gaza ha desatado una gran ofensiva diplomática contra Israel. El balance provisional de la matanza es de 60 palestinos muertos -entre ellos una bebé de 8 meses asfixiada por gases- y unos 2.700 heridos, mil de ellos a causa de balas, de los que un centenar se hallan en estado crítico. Otros dos palestinos murieron ayer, también por disparos y en Gaza, en un día de protestas que conmemoró el 70.º aniversario de la "Nakba" (Catástrofe), nombre que dan los árabes al abandono de sus hogares que siguió a la fundación de Israel. La jornada incluyó una huelga general en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Oriental.

Las autoridades israelíes sostienen que 24 de los muertos del lunes eran "terroristas con antecedentes documentados", en su mayoría de Hamás y algunos de ellos de la Yihad Islámica. Sin embargo, Hamás sólo reconoció diez bajas y publicó sus fotos.

Miles de personas acudieron a los funerales de los fallecidos en las protestas, desencadenadas por el traslado de la embajada de EE UU a Jerusalén, que implica el reconocimiento de la ciudad como capital de Israel. El ministro de Seguridad israelí, Gilad Erdan, propuso ayer reanudar los asesinatos selectivos de líderes de Hamás.

La ofensiva diplomática contra Israel incluye la expulsión del embajador hebreo en Turquía y la convocatoria de los legados hebreos en varios países, como Bélgica o Irlanda, para rendir explicaciones. El relator especial de la ONU para los Derechos Humanos, Michael Lynk, vio las acciones israelíes equiparables a "crímenes de guerra". La ONU pidió una investigación independiente, aunque EE UU impidió una resolución del Consejo de Seguridad.