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El regreso del lobo de los tres noes

La patronal mexicana cierra filas contra las promesas reformistas del mexicano López Obrador, favorito para las presidenciales del 1 de julio

López Obrador. // Efe

Paco Ignacio Taibo II resumía días atrás en "tres noes" el programa con el que el izquierdista Andrés Manuel López Obrador (AMLO) se presenta a las presidenciales mexicanas del próximo 1 de julio: no al neoliberalismo, no a la corrupción y no a la guerra contra el narcotráfico.

Con esta tripleta, que califica de "cambio de régimen", AMLO lleva meses reinando en las encuestas y, ahora mismo, los últimos sondeos todavía le dan de 15 a 20 puntos de ventaja sobre Ricardo Anaya, el candidato de la coalición entre el derechista PAN y el antaño izquierdista PRD, hoy más moderado. En cuanto a José Antonio Meade, al que el PRI pretende vender como "el Macron mexicano", se sitúa casi 30 puntos por detrás de AMLO, ahogado por los escándalos de corrupción que se abaten sobre el equipo del presidente saliente, el priísta Enrique Peña Nieto.

Los "tres noes" de AMLO lo han enfrentado con dureza a la patronal mexicana, a la que el antiguo jefe de Gobierno de México DF no duda en calificar de "mafia", blandiendo en sus ataques datos oficiales que cifran en un 5% del PIB la riqueza que la corrupción empresarial escurre hacia las cloacas. Las posiciones de la patronal, que no duda en crucificar a AMLO como chavista y en acusarlo de buscar un regreso al pasado, son apoyadas por intelectuales neoliberales, con Vargas Llosa a la cabeza, en escritos de alerta sobre la tragedia que caerá sobre México si el lobo AMLO se hace con la presidencia. Curiosamente, agencias calificadoras como Moody's y Standard & Poor's aseguran que la llegada del candidato del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), que preconiza la necesidad de separar poder político y poder económico, no generaría problemas serios.

Lo cierto es que el choque de López Obrador con la oligarquía mexicana viene de antiguo. AMLO llevó las riendas del DF entre 2000 y 2005, con elevadísimos niveles de aprobación. Su gestión, que lanzó ambiciosos programas sociales con bajo incremento de la deuda, ya le valió acusaciones de populismo, aunque varias iniciativas suyas fueron aplicadas luego a escala nacional. En el quinquenio de AMLO se redujo la tasa de homicidios y, en general, bajó la delincuencia común, mientras el PIB del DF crecía un 37%. Eso sí, la inversión extranjera, ahuyentada por el miedo al lobo, se redujo a la mitad.

Con esas credenciales, y tras haber sufrido un proceso de desafuero que las protestas populares obligaron a revertir, AMLO se presentó a las presidenciales de 2006. Las perdió por menos de un punto (250.000 votos) ante el derechista Felipe Calderón, iniciador de la sangrienta guerra al narco y sucesor de Vicente Fox, el primer presidente no priísta que tuvo México en 70 años. Aquella derrota, entre denuncias de pucherazo, desencadenó una nueva ola de protestas.

López Obrador llega a las elecciones de 2018 tras haber encajado otra derrota en 2012, esta vez por casi siete puntos, y con la promesa de que su tercer intento será el último. Formar un Gobierno paritario, acabar con la violencia mediante programas contra la pobreza y mejoras en la coordinación policial, ser "implacable" contra la corrupción, aunque sin iniciar procesos sobre hechos pasados; mejorar la sanidad y la educación son algunas de sus propuestas. Pero la que más irrita a la patronal es la de anular la reforma energética, que ha abierto las puertas del sector petrolero al capital privado y ha sentado las bases para liberalizar el precio de los carburantes. Tampoco agrada a los empresarios su rechazo a la construcción de un nuevo aeropuerto en el DF, la mayor obra civil mexicana en décadas.

Pero lo que escuece a los oligarcas, que auguran un desplome de las finanzas públicas si el lobo AMLO alcanza la Presidencia, parece entusiasmar a amplias capas de una población muy joven -la cuarta parte tiene entre 15 y 30 años- e inmersa en una fase de renovación del orgullo patrio desde la llegada de Trump a la Casa Blanca. Es arriesgado aventurar si la ventaja actual de López Obrador le permitirá imponerse el 1 de julio. Lo que sí parece claro es que, de hacerlo, tendrá en contra al Congreso y a la mayoría de los gobernadores. Coyuntura que lleva a Taibo II a concluir que un AMLO presidente tendría que recurrir al decreto para imponer sus reformas. Lo cual garantizaría un arranque de mandato, muy, muy agitado.

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