El futuro político de Donald Trump puede quedar condicionado en 2018, ya que se enfrenta al riesgo de perder el control del Congreso en las elecciones legislativas que definirán la batalla por la Casa Blanca en 2020.

Es una tradición que las legislativas de medio término en Estados Unidos inclinen la balanza hacia la oposición, por lo que no es improbable que Trump enfrente ese escenario en los comicios previstos para el 6 de noviembre.

En un año de presidencia, Trump se ha enredado en una vorágine de tensiones con Corea del Norte, ha irritado a los aliados a causa de Irán e Israel, y se enfrenta acusaciones de racismo y de utilizar un discurso de odio.

Para el profesor Larry Sabato, del Centro de Política de la Universidad de Virginia, "este año está destinado a ser un año del Partido Demócrata. Falta ver si será un año moderadamente demócrata, sustancialmente Demócrata o abrumadoramente demócrata".

Los sondeos sugieren que los demócratas tendrán una buena posibilidad en noviembre de recuperar la mayoría de la Cámara de Representantes. En el Senado los cambios son menores porque los demócratas deben defender 26 bancas, contra apenas 8 de los Republicanos.

Sabato estima que "si los demócratas recuperan la Cámara de Representantes, las posibilidades de Trump de aprobar cualquier cosa serán igual a cero".

"La manipulación en la división de los padrones electorales es prácticamente la única esperanza de los republicanos para mantener el control de la Cámara de Representantes en 2018", dijo el historiador Allan Lichtman, de la Universidad Americana.

Puñetazos

En este cuadro, Trump y los republicanos harán campaña apoyados en la reforma tributaria y en un despeño saludable de la economía.

Pero los bajos índices de popularidad del presidente, y las dudas sobre su modo de ejercer como presidente también serán tema de discusión en la campaña.

El senador republicano John Thune predijo recientemente que la campaña será "un combate a puñetazos".

Jeff Flake, otro senador republicano, señaló que "será un ambiente difícil".

Después de las elecciones legislativas de noviembre, los demócratas tendrán dos años de preparación para intentar recuperar la Casa Blanca. El día de las elecciones en 2020, Trump tendrá ya 74 años de edad.

Pero una oleada demócrata en 2018 no representará necesariamente el fin de Trump. Bill Clinton y Barack Obama sufrieron pesadas derrotas en las elecciones de medio término en 1994 y 2010, y los dos fueron reelectos dos años más tarde.

Sin embargo, el desafío más embarazoso para Trump podría surgir dentro de sus propias filas.

Aún siendo el presidente, el Partido Republicano deberá escoger a su candidato a la Casa Blanca, y con la popularidad de Trump por debajo de 40% no se descarta que surjan alternativas.

Hasta ahora, ningún líder republicano ha cometido el pecado político de declararse aspirante a la Casa Blanca en 2020 y enfrentarse a Trump, pero los nombres comenzarán a aparecer después de las elecciones de noviembre.

Uno de esos nombres podría ser el gobernador del estado de Ohio, John Kasich, que disputó la nominación en 2016 y dejó una buena imagen de hombre capaz de construir consensos en una época de polarización.

El propio senador Flake o el también senador Ben Sasse representarían un retorno al conservadurismo más tradicional que el personalismo de Trump, pero no tienen popularidad.

También existe la posibilidad de que Trump decida no presentarse a la reelección.

La última vez que algo así ocurrió fue en 1968, cuando el presidente Lyndon Johnson abandonó la campaña para su reelección luego de pésimos resultados en las primarias.

En este caso, para ocupar el espacio político de Trump podrían alinearse el actual vicepresidente, Mike Pence, y el ultraconservador senador Tom Cotton.