Sean Spicer dimitió ayer como portavoz de la Casa Blanca, tras seis meses en el cargo, por las diferencias que mantiene con Donald Trump a cuenta de la estrategia de comunicación. Spicer, de 46 años y inequívoca procedencia republicana, nunca fue del agrado del magnate, que le ha echado sonoras broncas, ni de los medios. Permanecerá en su puesto hasta agosto, cuando le sustituirá la actual adjunta, Sarah Sanders, hija del exgobernador de Arkansas Mike Huckabee, que compitió con Trump por la candidatura republicana hasta que, en febrero del año pasado, tiró la toalla y se convirtió en su firme partidario.

El detonante de la renuncia de Spicer, sobre la que han corrido rumores durante meses, fue el nombramiento del financiero neoyorquino Anthony Scaramucci como director de comunicaciones, un puesto que había quedado vacante en mayo y al que Spicer, al parecer, aspiraba.

Scaramucci es lo que el Presidente busca: un afín al clan Trump que esté dispuesto a dar la cara por él, pero sin incurrir en los errores cometidos por Spicer, algunos de ellos inducidos por el magnate, al que gusta decir más lo que le apetece que lo que sus asesores creen que le conviene.

La relación de Spicer era casi igual de mala con los periodistas, de los que abominó varias veces por la cobertura "negativa" y "desmoralizante" que ofrecen de la gestión presidencial, y a los que ya se enfrentó en su estreno como portavoz, al discrepar de la valoración que la mayoría de los medios habían hecho del seguimiento en la calle de los actos de la investidura del magnate.

Pero la de Spicer no fue la única deserción que sufrió ayer Trump. Su abogado de confianza, Mark Kasowitz, y su portavoz, Mark Corallo, abandonaron el equipo legal que le defiende en la investigación del Departamento de Justicia sobre los presuntos nexos de su campaña con el Kremlin, la llamada trama rusa.

El abandono da que pensar, ya que Kasowitz conoce a Trump desde hace décadas y le ha representado en litigios con sus exesposas y en el caso de fraude por los cursos sobre negocios inmobiliarios de su extinta universidad, entre otros sonados casos.

La marcha de Kasowitz y Corallo podría tener relación con el contenido de una información de "The New York Times" según la cual Trump ha puesto en marcha una estrategia para tratar de desacreditar al fiscal especial de la trama rusa, Robert Mueller, y su equipo.

La razón de este operativo sería que Mueller, un hombre respetado tanto por demócratas como por republicanos, ha decidido ampliar el alcance de sus investigaciones a las finanzas y negocios del magnate y su familia. El objetivo final sería apartarlos de la investigación o al menos poner en entredicho los resultados que presenten.