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La injerencia de Putin en las elecciones de 2016 a la Casa Blanca

Donny Trump engorda la trama rusa

El primogénito del presidente de EE UU se suma al grupo de colaboradores del magnate sospechosos de conspirar con el Kremlin contra Hillary Clinton

Donald Trump júnior, en un acto electoral durante la campaña de las presidenciales de 2016. // Reuters

Donald Trump júnior, Donny, debería ser un hombre más que satisfecho esta semana. Su rostro de 39 años ha sido portada de la revista "Time". Un sueño. Sin embargo, es muy probable que al primogénito del presidente de EE UU el titular que acompaña a su foto le haya confirmado que, en verdad, está viviendo los primeros compases de una pesadilla. "Con las manos en la masa. El escándalo de Rusia golpea el hogar" son las dos frases en las que el semanario sintetiza la llegada de un nuevo actor al ya largo culebrón de la trama rusa, la roca con la que Trump y su equipo tropiezan una y otra vez desde que llegaron a la Casa Blanca. Un escollo que, hasta el pasado domingo, Donny había conseguido evitar.

Primero de los tres hijos que tuvo Trump con la modelo checa Ivana Zelnickova -los otros dos son Eric y la omnipresente Ivanka-, Donald Trump júnior forma parte del núcleo duro de la actual Administración. No tiene cargo oficial alguno, pero a ojos de la familia del magnate no hay diferencia entre la Casa Blanca, su cuartel general de la Torre Trump o el resort floridano de Mar-a-Lago. Así que Donny, licenciado en Económicas, compagina sus entradas y salidas en el Despacho Oval con su papel de máximo responsable de las 400 empresas y los 3.700 millones de dólares del imperio Trump. Porque fue en él y en su hermano Eric en quienes su padre delegó sus poderes empresariales antes de tomar posesión.

Donny, que no hurta ni un gramo de gomina a sus cabellos, dice adorar a su progenitor, a quien considera un "visionario, valiente e indomable". El resumen de su relación es transparente: "Soy hijo de un gran hombre", dice para referirse al constructor de Queens que dio el ansiado salto a Manhattan apoyado en los consejos del abogado Roy Cohn, experto navegante de cloacas. Cohn fue el brazo derecho del senador McCarthy en la "caza de brujas" y, años después, sirvió a Trump de enlace providencial con las grandes familias de la mafia neoyorquina.

Sin embargo, Donny, a quien durante la campaña presidencial le gustaba ir un poco más allá que el magnate en la dureza de los tuits, no siempre mantuvo una relación tan idílica con un padre, a menudo ausente, que le enseñó a desconfiar de todo y de todos. Tenía doce años cuando naufragó el matrimonio de Trump e Ivana, protagonistas de un sonoro proceso de divorcio. Y su reacción de niño que ve su hogar hundido fue muy agresiva hacia el hombre que no ahorraba mordaces ataques a su madre: "¿Cómo te atreves a decir que nos quieres? No nos quieres para nada, porque ni siquiera te soportas a ti mismo. Lo único que te importa es tu dinero", escupía a su progenitor.

Con buen criterio, Ivana decidió que los paparazzi sometían al niño a una presión excesiva y lo envió a un internado. Tras la enseñanza media, Donny siguió viviendo en residencias tuteladas hasta que, tras cuatro años de borrachera perpetua que le valieron el mote de "El Pañales", acabó sus estudios de Economía en la misma escuela de negocios en la que se graduó su padre, un hombre con severas dificultades para asimilar conceptos macroeconómicos básicos. Después se marchó a la estación invernal de Aspen (Colorado), paraíso de sustancias legales e ilegales, donde durante un año bebió, cazó, pescó, esquió, vivió en una caravana y puso copas.

El día que por fin despertó de su descomunal resaca, Donny entendió que había llegado la hora de que el hijo pródigo regresara al redil paterno. Empezó a prueba -de nuevo la desconfianza de Trump- y cuando su progenitor se convenció de que ya lo había transformado en remedo de clon escaló hasta la vicepresidencia del grupo, se casó con una modelo del gusto paterno y tuvo con ella cinco hijos.

Durante la campaña presidencial, Donny, asiduo colaborador entre 2006 y 2015 de "El Aprendiz", el reality de su padre, fue uno de los más próximos asistentes de Trump y participó en muchos actos de campaña. Tanto gusto le cogió a la política que hasta llegó a pensar en competir por la alcaldía de Nueva York, ocurrencia desautorizada por el presidente. La maratón de las primarias afiló su inclinación a modelarse como el duro más duro, siempre dispuesto a hacer trizas la corrección política. Eso le hizo incurrir en deslices. El más notorio fue la comparación entre las chuches y los refugiados sirios: "Imagínese que tengo un cuenco lleno de golosinas de colores y le digo que tres están envenenadas y podrían matarle. ¿Cogería un puñado? Pues ese es el problema que tenemos con los refugiados sirios".

Aparte de esos patinazos y de alguna nauseabunda foto de safari en África, Donny había logrado pasar hasta ahora mucho más desapercibido que Ivanka y que su cuñado, Jared Kushner, uno de los investigados por eventual colaboración con el Kremlin. Pero el domingo pasado se le cruzó en el camino la funesta trama rusa.

Se conoce como trama rusa a la maraña de supuestas colaboraciones de agentes del Kremlin con el equipo de campaña de Trump para dañar a la candidata demócrata, Hillary Clinton. Investigada por el Congreso, el FBI y un fiscal especial, la trama ha sido analizada desde dos puntos de vista. Primero: ¿interfirió Rusia en la campaña de las presidenciales? Segundo: ¿colaboró el equipo de Trump con Rusia?

A lo primero ya contestó el año pasado un informe de la inteligencia estadounidense. La respuesta fue que sí. Moscú, en su intento más osado de desestabilizar a una democracia liberal, interfirió con ciberataques a cuentas de correo del jefe de campaña de Clinton y de la dirección del Partido Demócrata. Los mails robados fueron difundidos por Wikileaks en el verano de 2016 entre aplausos de Trump que provocaron acusaciones demócratas de traición a la seguridad nacional.

La respuesta a la segunda pregunta -¿hubo colusión?- se ha ido modelando poco a poco, gracias a la colaboración entre los dos mayores enemigos de Trump: las agencias de inteligencia y la prensa. Todo indica que, en efecto, la campaña de Trump tuvo reiterados contactos con el Kremlin para perjudicar a Clinton. Esta complicidad con una potencia extranjera constituye, claro, un delito federal y ya se ha cobrado varias cabezas. Las más relevantes han sido la de Paul Manafort, primer jefe de campaña de Trump, y la de Mike Flynn, su efímero consejero de Seguridad Nacional.

Por otra parte, las investigaciones del FBI sobre Flynn movieron a Trump a destituir al director de esa agencia, James Comey. Decisión muy imprudente, ya que Trump sabía que Comey también le investigaba a él, por lo que puede ser acusado de obstrucción a la justicia. Formular esa acusación sería competencia de otro exdirector del FBI, Robert Mueller, nombrado fiscal especial en mayo pasado ante el tamaño que adquiría la bola de nieve. Si Mueller diera el paso, se habrían sentado las bases para un proceso de destitución ( impeachment) de Trump.

Así estaban las cosas cuando el pasado domingo, sábado aún en EE UU, "The New York Times" reveló que el 9 de junio de 2016, a los quince días de la proclamación de Trump como ganador de las primarias, Donny, su cuñado Jared Kushner y el aún jefe de campaña Manafort se reunieron en el piso 25 de la torre neoyorquina del magnate con una enviada del Kremlin, la abogada Natalia Veselnitskaya, vieja conocida del FBI, que debía transmitirles información comprometida sobre Clinton y el Partido Demócrata.

La noticia era una triple bomba. Uno: se trataría de la primera reunión documentada con los rusos. Dos: en ella se produciría colusión para dañar a Clinton. Y tres: implicaría en la trama al hasta entonces impoluto primogénito y rector nominal del imperio Trump.

El martes quedó claro que el "Times" había dado en la diana, porque, para evitar una prolongada exposición a un rosario de revelaciones bien dosificadas, Donny desveló correos que explican la gestación del encuentro. En ellos puede leerse cómo un intermediario le asegura que la abogada está en condiciones de entregarles documentos incriminatorios contra Clinton que "serían de gran utilidad" para Trump. "Obviamente se trata de información sensible de muy alto nivel", dice el intermediario, "pero forma parte del apoyo de Rusia y su Gobierno al señor Trump". Frase esta última que algún día puede transformarse en arpón. Donny responde a los 17 minutos: "Si la cosa es como me dices, me encanta, especialmente para (usarla al) final del verano", esto es, en el arranque de la recta final de la campaña.

Además de ser una bomba por su mención explícita al Kremlin, estos correos contradicen las declaraciones que el propio Donny hizo al diario cuando éste le comunicó la información que iba a publicar. En ellas, Trump júnior sostenía que la reunión no tocó temas de campaña sino los problemas de parejas americanas para adoptar niños rusos. Sin embargo, Donny admite ahora que la abogada aludió a una "vaga" información dañina antes de centrarse en las adopciones, que, sostiene, eran su objetivo.

Mes a mes se va viendo que los diez negritos de la trama rusa están cayendo uno tras otro. Pero aún permanece viva, desde un punto de vista legal, la cuestión clave: ¿actuaban a sabiendas de Trump? Ningún conocedor de las maneras del magnate -y, claro, de su proverbial desconfianza- alberga dudas. Pero la ley exige pruebas que, por el momento, no han llegado. Aunque, eso sí, en los correos hay una muy sugerente frase del intermediario: "Podría mandar esta info a tu padre, pero es ultrasensible y prefiero enviártela a ti primero". Seguro que continuará.

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