El héroe del monopatín ya está en casa, justo una semana después de perder la vida al enfrentarse a los terroristas de Londres e impedir con su sacrificio que asesinasen a una joven. Los restos del abogado gallego Ignacio Echeverría llegaron pasadas las cuatro de la tarde de ayer al aeropuerto militar de Torrejón de Ardoz, en Madrid, junto a su padre, el ingeniero Joaquín Echeverría; su madre, Ana Miralles de Imperial Hornedo, y sus hermanos. A pie de pista les esperaban el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y la ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, así como otras autoridades. El presidente entregó a la madre del asesinado la Gran Cruz del Mérito Civil que se ha concedido a Echeverría a título póstumo. "Su ejemplo permanecerá para siempre", tuiteó Rajoy poco después.

El féretro fue de inmediato trasladado al tanatorio de Las Rozas, localidad en la que será enterrado hoy, domingo a la una de la tarde. El lunes, a la misma hora, habrá un funeral por el fallecido, un hombre muy religioso. Una treintena de allegados le acompañaron hasta la localidad donde residió en los últimos años la familia. Un decena de motoristas escoltó al coche mortuorio, en señal de homenaje. Instalada la capilla ardiente en Las Rozas, fueron numerosas las personas que se acercaron a apoyar a la familia en este trance, incluido el alcalde de la localidad, Ignacio de la Uz (PP); el exministro de Fomento, José Blanco o la presidenta de la Comisión de Cultura del Congreso, Marta Rivera de la Cruz, de Ciudadanos.

Todos resaltaron el gesto desinteresado de este abogado, que le llevó a morir de una puñalada por la espalda -según costa en el certificado de defunción-, cuando defendía a una mujer que estaría entre los 48 heridos. Por tanto, Igna o "Abo", como le conocían sus amigos, salvó una vida.

Cómo salvó una vida

Guillermo Sánchez, un estudiante de 25 años, que había estado practicando skate con Ignacio la tarde del atentado, junto a un tercer español de nombre Javier, ofreció un relato vívido de cómo el joven gallego se enfrentó a los terroristas. Habían estado junto a la Tate Modern y cuando les entró hambre decidieron ir a un restaurante de la zona de Whitechapel. Alquilaron unas bicis y ya en la zona de Borough Market se cruzaron con una persona que se tambaleaba y que pensaron que era un borracho. Se detuvieron en fila india. Entonces vieron acercarse lo que les parecía una pelea. Un policía pasó corriendo, alcanzó al tumulto y cayó al suelo.

Los españoles vieron que unos individuos estaban "dando puñetazos" a una joven. En realidad, la estaban apuñalando. "De repente, veo a Ignacio que está allí y comienza a pegarles con el patín. Entonces cae al suelo, no sé cómo, no sé si porque se resbala", relató Guillermo Sánchez. Lo último que recuerda es verle, en el suelo, boca arriba, consciente, agarrando su monopatín. "Entonces uno de los terroristas le dio una puñalada en el costado", añadió. Al ver que se abalanzaban sobre ellos, Sánchez les lanzó su bicicleta y salió corriendo. Más tarde intentaron regresar a por Ignacio, pero la Policía se lo impidió. Se sentían bastante culpables. El padre del asesinado, sin embargo, escribió una carta tranquilizándoles. No pudieron hacer otra cosa.

Camión de gran tonelaje

Scotland Yard ofreció ayer algunos detalles sobre el atentado, como una imagen de los cuchillos de cerámica que utilizaron los terroristas. Los compraron presumiblemente en un Lidl, por siete euros. Se los ataron a las manos con correas para evitar que se los arrebatasen. Y también trascendió que, la mañana del atentado, los terroristas llegaron a alquilar un camión de siete toneladas y media, que de haber sido utilizado hubiese provocado una mayor mortandad. Tuvieron un problema de pago y entonces debieron conformarse con la furgoneta utilizada en el atentado, que acabaron estrellando.