EE UU rompió ayer el difícil consenso internacional logrado en 2015 contra el calentamiento global. El presidente Trump confirmó anoche la anunciada y temida retirada de su país del Acuerdo sobre el Clima alcanzado en ese año por casi 200 países en París. La repercusión de la iniciativa sobre el aumento de las temperaturas -EE UU es el responsable del 14% de los gases con efecto invernadero que se lanzan a la atmósfera- no es lo más temible de una decisión que puede abrir una brecha en un consenso alcanzado con gran dificultad y en el que el predecesor de Trump, Barack Obama, jugó un papel importante.

En su anuncio, Trump argumentó que los compromisos recogidos en un "mal acuerdo" perjudican a EE UU, al desarrollo de su economía y a su creación de empleo. Su objetivo, expuso, es buscar un documento más favorable y "justo", aunque no aclaró ni cómo ni cuándo lo hará. Tan solo explicó que no quiere que nada se "interponga en el camino" del desarrollo de EE UU. De acuerdo con las cláusulas del Acuerdo de París, EE UU no podrá solicitar su salida hasta noviembre de 2019 y el abandono no se haría efectivo hasta un año después, en noviembre de 2020.

Horas antes del polémico anuncio de Trump, la UE y China escenificaron su unidad en la lucha por el mantenimiento de los acuerdos climáticos. Fue en Berlín, donde la canciller Merkel se entrevistó con el primer ministro chino, Li Keqiang, quien aseguró que "China va a cumplir con su responsabilidad y no está sola. China es un país grande y cumplirá con su responsabilidad internacional".

Ambos mandatarios mostraron unidad no solo respecto a la salvaguarda del Acuerdo de París sino que insistieron en que ambos defienden una misma línea en asuntos como el libre comercio y la seguridad. Merkel y Li resaltaron que su intención es estrechar tanto los lazos bilaterales como los de China con la UE y apuntaron a una estrecha colaboración en el sector de la automoción y a la pronta negociación de un acuerdo comercial y de inversiones entre las dos áreas.

Entre tanto, Trump anunció otra decisión que fue mal acogida por Israel. La Casa Blanca ha decidido finalmente no trasladar su embajada de Tel Aviv a Jerusalén, con lo que el mandatario se desmarca de una sus principales promesas electorales.

"Nadie debería considerar en modo alguno este paso como una retirada del fuerte apoyo del presidente a Israel", apunta un comunicado de la Casa Blanca. "La cuestión no es si ese movimiento sucederá, sino cuándo", concluye la nota.

Trump firmó la prórroga de seis meses más de la ley por la que Tel Aviv continúa siendo la sede de la representación diplomática estadounidense en Israel, y mantuvo así la línea de sus antecesores en el cargo y de todas las potencias.