Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Los peores diez días del presidente de EE UU

Trump se asoma al precipicio

La destitución del director del FBI desencadena una tormenta política, sembrada de filtraciones a la prensa, que desemboca en la designación de un fiscal especial para investigar la conexión rusa con la Casa Blanca

Trump se asoma al precipicio

Donald Trump inició el viernes su primera gira internacional. El largo viaje le llevará a Arabia Saudí, Jerusalén y Roma, solares radiantes de las tres grandes religiones monoteístas desde los que cualquier creyente se sentiría más cerca del cielo. Una sensación que incluso al actual presidente de EE UU, tibio en materia religiosa, debería resultarle reconfortante. Porque miles de kilómetros atrás ha dejado un infierno político que, apenas cuatro meses después de su toma de posesión, le está haciendo contemplar los contornos del precipicio en el que puede abismar su mandato.

Rusia sigue siendo el telón de fondo sobre el que se despliega una trama que acaba de ofrecer los que sin duda son los diez días más horribles de la carrera de Trump. La última escena llegó anteayer. Mientras el "Air Force One" volaba hacia Arabia, "The New York Times" aireó una nueva revelación: durante su audiencia del miércoles día 10 al ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, Trump le aseguró que había cesado al director del FBI, James Comey, porque "está loco" y le sometía a "una gran presión con Rusia". Afirmación que, entre otras cosas, contradecía la versión oficial sobre el cese, atribuido a la necesidad de restaurar la confianza en el FBI, dañada, según Trump, por la mala gestión de las pesquisas sobre el uso imprudente de su correo electrónico privado por Hillary Clinton cuando era secretaria de Estado.

En esta escena de sofá con Lavrov se resumen todos los ingredientes de la pesadilla. Primero, un individuo lenguaraz y jactancioso, incapaz de percibir la diferencia entre la presidencia de EE UU, obligada a sortear un complejo entramado de contrapoderes autónomos, y la de algunos consejos de administración donde la voluntad del patrón es ley. Segundo, una sorprendente búsqueda de complicidad con la sancionada Rusia, potencia que dista de ser aliada de EE UU. Tercero, una Casa Blanca infestada de filtraciones, luego con el enemigo dentro. Temible enemigo, ya que lo encabezan instancias como la CIA o el FBI. Cuarto, una prensa hostil a Trump desde que en junio de 2015 anunció su entrada en la carrera presidencial. Prensa a la que el magnate ha declarado la guerra, al igual que a las agencias de inteligencia.

Haz click para ampliar el gráfico

La destitución de Comey fue el aldabonazo que abrió las puertas del infierno y está siendo el principal combustible de sus calderas. Una decisión errónea que ha permitido a los enemigos de Trump pronunciar las palabras mágicas "obstrucción a la justicia", con las que, para jolgorio de quienes sueñan con un "impeachment", se ha convocado el espectro del dimitido Nixon (1974). En octubre de 1973, Nixon destituyó al fiscal especial que investigaba el Watergate, Archibald Cox, lo que provocó la dimisión del Fiscal General y de su adjunto, situando a Nixon en el corredor de su muerte política.

Lo cierto es que la ley establece que, aunque el mandato del director del FBI es de diez años -a Comey le duraba hasta 2023-, el presidente tiene la potestad de cesarlo. Pero también es fundamento de justicia que ni siquiera el inquilino de la Casa Blanca puede deshacerse de quien le está investigando. Son muchas las voces que atribuyen este movimiento en falso al consejo del yerno del magnate, Jared Kushner, tan imberbe como él en política. Kushner se habría impuesto a la opinión del hoy capidisminuido estratega de la presidencia, el agitador mediático Steve Bannon.

Comey, que fue fiscal general adjunto de Bush (2003-2005), prestó servicios cruciales a Trump en campaña. Fue él quien dirigió la clausurada investigación sobre los correos de Clinton y fue su anuncio de que volvía a abrirla, pocos días antes de las elecciones, lo que según los demócratas inclinó la balanza de las urnas hacia Trump. Pero ahora Corney jugaba con otra presa, la conocida como trama rusa: la injerencia de Moscú en las elecciones y los contactos del equipo de campaña de Trump con Moscú.

Las investigaciones de Comey le llevaron a cazar una pieza mayor: el consejero de Seguridad Nacional, general Mike Flynn, obligado a dimitir el pasado 13 de febrero, apenas 20 días después de ser nombrado. El FBI había descubierto que Flynn, cuyos vínculos con Putin eran notorios, había negociado en secreto con el embajador ruso en EE UU a finales de diciembre, un mes antes de la llegada de Trump a la Casa Blanca, lo cual es ilegal. Tras su dimisión se ha sabido que ejerció de consultor y cobró del Kremlin en secreto y, guinda del pastel, la fiscal general adjunta de Obama, Sally Yates, declaró al Senado el pasado día 8 que advirtió a Trump de que Flynn era un muy posible blanco de extorsión del Kremlin. Al día siguiente cayó Comey.

Entre las revelaciones de estos diez días de infierno hay dos, servidas por "The New York Times", que han golpeado a Trump en el mentón. Las dos tienen que ver con presiones del magnate hacia Comey durante una reunión en la Casa Blanca al día siguiente de la renuncia de Flynn. El viernes 12, el diario desveló que Trump pidió lealtad al director del FBI y éste se limitó a ofrecerle honradez. Cuatro días más tarde, el pasado martes, el rotativo subió la apuesta: en la misma cita, el magnate pidió a Comey que dejara de investigar a Flynn, al fin y al cabo "un buen tipo". Comey se limitó, al parecer, a conceder que sí, que Flynn no es mala gente.

Compartir el artículo

stats