Arrecia la tormenta política en EE UU por la destitución, este miércoles, del director del FBI, James Comey, que estaba investigando la "conexión rusa" del equipo de Donald Trump durante la campaña de las presidenciales. El fuego fue atizado ayer por el propio Trump, al advertir a Comey de que no se le ocurra filtrar a la prensa el contenido de las conversaciones que mantuvo con él durante la investigación del caso.

"A James Comey más le vale que no haya cintas de nuestras conversaciones y que no empiece a hacer filtraciones a la prensa", amenazó Trump en un tuit. El mensaje confirma lo que la prensa y la oposición demócrata sospechaban: que la causa aducida para el cese de Comey -su supuesta falta de apoyos dentro del FBI y su "mal trabajo" sobre los correos de Clinton- era un cortina de humo.

El presidente estadounidense insistió, en una entrevista con la cadena NBC, en que Comey le aseguró en una cena en la Casa Blanca que no se le estaba investigando por la "conexión rusa" sino que eran los representantes del Kremlin los investigados.

No obstante, fuentes cercanas a Comey aseguraron a medios estadounidenses que es imposible que el máximo responsable de una investigación que podría poner en peligro la presidencia de Trump, hiciese esas declaraciones al magnate con las pesquisas aún en marcha. De hecho, según el diario "The New York Times", que cita a personas del entorno de Comey bajo condición de anonimato, en el trasfondo de la mala relación entre este y Trump está una conversación en la que, al poco de llegar a la Casa Blanca, el presidente habría exigido "lealtad", a lo que Comey respondió ofreciendo "honestidad". Al parecer, en el curso de una cena, después de que Trump alardease de su victoria en las elecciones y de las "multitudes" que reunía en sus mítines, pidió a Comey que le "jurase lealtad". Este rechazó la petición y se limitó a prometer que siempre sería "honesto" con él, pero insistió en que no sería "de fiar" en el estricto sentido político del término. Insatisfecho con la respuesta, Trump le instó hasta dos veces más a jurarle lealtad, pero Comey no cedió, siempre según la versión que el exdirector del FBI transmitió a personas de su entorno más próximo.

En otro tuit, Trump calificó de "caza de brujas" la investigación de la "conexión rusa" y se preguntó: "¿Cuándo va a acabar?". La reacción presidencial pone de manifiesto la incapacidad de sus portavoces y más cercanos colaboradores, como el vicepresidente Pence, para liquidar la tormenta política desatada. En su calidad de máximo responsable del FBI, Comey era un actor clave en la independencia judicial del país, dado que su mandato, pese a ser decidido por el presidente, es de diez años precisamente para evitar la influencia de la Casa Blanca.

El cese de Comey ha seguido poniendo de relieve la descoordinación entre Trump y sus portavoces, hasta el punto de que en otro tuit, el magnate ha especulado con la posibilidad de suspender las ruedas de prensa en la Casa Blanca, ante las críticas por las inexactitudes que se han producido en ellas en relación con Comey.