Un ataque talibán contra una base militar en el norte de Afganistán, saldado el viernes con casi 140 soldados muertos y el fallecimiento de diez atacantes, representa uno de los golpes más duros contra el Ejército afgano, que en enero de 2015 tomó casi por completo el control de la seguridad en el país coincidiendo con el fin de la misión de combate de la OTAN. EE UU mantiene unos 8.500 soldados en el país.

Aunque el Gobierno afgano se ha mostrado muy precavido en dar cifras concretas de víctimas tras el ataque de los diez insurgentes contra la base, situada en la provincia de Balkh, un comandante del Ejército que pidió el anonimato reveló que al menos 138 soldados murieron y otros 67 resultaron heridos.

"El número de muertos podría aumentar, ya que hay varios heridos que se encuentran graves", anotó la fuente militar, que aseguró que la situación en la base se encuentra "totalmente bajo control" y que poco a poco está regresando la normalidad al lugar.

Un portavoz del Ministerio de Defensa, Dawlat Waziri, situó el número de víctimas en "más de cien soldados muertos y heridos", y detalló que, de los diez atacantes, dos murieron tras inmolarse y los otros ocho durante los tiroteos.

El presidente afgano, Ashraf Gani, que visitó ayer el cuartel para seguir de cerca la investigación de lo sucedido, condenó el "cobarde ataque" al producirse cuando los soldados se encontraban en "el rezo del viernes". El jefe del Ejecutivo afgano, Abdulá Abdulá, también resaltó en su cuenta de la red social que "el ataque en lugares sagrados está prohibido en todas las creencias" y calificó la acción de "cobarde".

El ataque, que se prolongó durante seis horas, comenzó poco después del mediodía, cuando los soldados salían de la mezquita tras las oraciones del viernes. Los insurgentes iban vestidos con uniformes militares y lograron infiltrarse dentro del cuartel en varios vehículos del Ejército hasta ser descubiertos en un puesto de control de la entrada, donde el primero de los atacantes se inmoló, mientras los restantes iniciaron el intercambio de disparos.

El ataque del viernes ha sido el más contundente contra el Ejército afgano desde que el 1 de enero de 2015 la OTAN puso fin a su misión de combate en Afganistán tras ceder de manera gradual a las Fuerzas Armadas del país la responsabilidad de mantener la seguridad.