Dos nombramientos y una entrevista han sido las principales aportaciones que desde el domingo ha hecho el presidente electo de EE UU, el republicano Donald Trump, al esclarecimiento de cuáles puedan ser sus primeros pasos a partir del 20 de enero.

Primero los nombramientos. El presidente del Partido Republicano, Reince Priebus, será el jefe de gabinete de la nueva administración, lo que le convierte en una especie de primer ministro de Trump. El nombre de Priebus -cuyo cargo exacto era hasta ahora el de presidente del Comité Nacional Republicano- sonaba desde hace días y es el premio a un aliado que no le ha abandonado ni en los peores momentos de la campaña.

Con la elección de Priebus, que lidera el Partido Republicano desde 2011, el presidente electo se garantiza una conexión eficaz con el aparato de una formación que durante meses le ha dado la espalda y con la que, sin embargo, ahora está condenado a entenderse. Priebus está muy bien conectado con las mayorías conservadoras del Congreso, además de ser amigo del presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, quien ayer expresó su intención de repetir en el puesto.

Jefe de campaña

El segundo nombramiento es el de Stephen Bannon, quien fue jefe de campaña del magnate y director del portal de noticias de la derecha radical "Breitbart News". Bannon, que se convertirá en estratega jefe y consejero principal del presidente en la Casa Blanca, es un explosivo agitador mediático al servicio de una nueva derecha que tiene como valor fundamental lo que ellos mismos califican de "nacionalismo blanco" y sus detractores repudian como puro y llano "suprematismo blanco".

Tras conocerse estos dos nombramientos, buena parte de los analistas estadounidenses consideraron ayer que Trump ha hecho equilibrios entre los necesarios guiños que tiene que hacer al "establishment" republicano -una de sus bichas en campaña- y los inevitables gestos hacia las bases radicales que le han encumbrado a la Casa Blanca.

El telón de fondo de estos dos nombramientos lo ocuparon ayer las repercusiones de la primera entrevista televisiva concedida por Trump. En ella, además de prometer la deportación inmediata de unos tres millones de inmigrantes irregulares, Trump advirtió de que posiblemente no construya un muro de 3.000 kilómetros con México, ya que buena parte del trayecto estará compuesto por vallas y alambradas.

La entrevista fue rica en contenidos y, en ella, el presidente electo confirmó que está pensando mantener dos aspectos de la reforma sanitaria de Obama: la obligación de que las aseguradoras contraten pólizas con personas enfermas y la extensión de la cobertura de un adulto a sus hijos de hasta 26 años. Trump no despejó sus planes sobre el aborto, pero sí dejó claro que reforzará el derecho de los estadounidenses a llevar armas.

Una de las revelaciones que más ha llamado la atención es la de que Trump se está pensando su amenaza de designar un fiscal especial para que investigue a su rival demócrata, Hillary Clinton, por el escándalo de los correos del departamento de Estado. "Voy a pensar en ello, no quiero hacerles daño (a los Clinton)", dijo.