El expresidente de la Cámara baja de Brasil, Eduardo Cunha, que fue el principal impulsor del juicio político que acabó con la presidencia de Dilma Rousseff, fue detenido ayer en Brasilia bajo la acusación de estar implicado en la gran red de corrupción en la petrolera estatal, Petrobras, que la justicia brasileña lleva meses intentando desmantelar.

Cunha tuvo que renunciar al cargo de presidente de la Cámara de Diputados el pasado mes de julio, después de haber sido suspendido y destituido al conocerse los primeros indicios de su implicación en el escándalo de corrupción de Petrobras y descubrirse, además, que tenía cuentas bancarias en Suiza.

Sin embargo, el acusado, al que se considera próximo al presidente actual del país, Michel Temer, atribuye todas estas investigaciones y su posterior destitución a su empeño en activar el proceso de "impeachment" contra Rousseff, que fue separada definitivamente del cargo por el Senado tras un juicio político por irregularidades contables en dos ejercicios presupuestarios, pero no corrupción.

Cunha, quien hasta hace unos meses parecía intocable y tenía una notable influencia en la Cámara baja, fue arrestado en Brasilia, donde todavía mantenía una residencia.

La Policía lo buscó primero en su domicilio de Río de Janeiro, pero lo encontró finalmente en la capital, donde se sospecha que ejercía aún ciertas presiones sobre políticos a fin de intentar evitar su detención, según dijeron fuentes policiales a "Efe".

La orden de captura fue dictada por el juez Sergio Moro, que está a cargo de la investigación en la petrolera estatal. Además de ordenar el arresto de Cunha, el magistrado bloqueó todas sus cuentas, en las que el detenido mantiene unos depósitos de 220 millones de reales (casi 70 millones de dólares), una fortuna que ahora deberá justificar.

El proceso que Cunha impulsó contra Rousseff comenzó cuando en diciembre de 2015 aceptó que la Cámara que entonces presidía tomara en consideración las acusaciones de irregularidades fiscales contra la pupila de Lula.

Cuando renunció al cargo en julio, forzado por la Cámara que había descubierto su implicación en el "caso Petrobras", Cunha no tuvo inconveniente en presumir del servicio que había prestado al país. "Estoy orgulloso por haber ayudado a que Brasil se librara de uno de los gobiernos más corruptos que ha tenido", declaró entonces.

Sin embargo, el propio Cunha, cuando abrió el proceso contra la exmandataria, ya era investigado por su presunta participación en la red de corrupción que operó en la petrolera estatal, de la que habría recibido unos cinco millones de dólares en sobornos, según las investigaciones.

Según la acusación, Cunha mantenía oculto ese dinero en cuentas abiertas en bancos suizos, lo que él siempre negó, aunque sus argumentos fueron desbaratados más tarde por la justicia helvética, que verificó la existencia de esos depósitos.