Del nuevo plan migratorio de Donald Trump se esperaba moderación y que tendiera la mano al votante hispano, como sugirió su equipo de campaña, pero el candidato republicano a la Presidencia de EEUU ha vuelto a las andadas con el mismo programa que expuso el primer día: alzar un muro pagado por México y deportaciones masivas.

"Construiremos un gran muro a lo largo de la frontera y México lo pagará. El 100 %. Ellos todavía no lo saben, pero lo van a pagar", dijo anoche el controvertido empresario al exponer el primero de los 10 puntos del programa migratorio que aplicará de llegar a la Casa Blanca en enero.

Desafiante y provocador, el magnate salió vitoreado de la ciudad de Phoenix, en Arizona, en el suroeste de EEUU, por los cientos de seguidores que acudieron al acto con el temor de encontrarse a un Trump cambiado pero que constataron, a medida que enumeraba sus propuestas, que sigue siendo el mismo que les conquistó en las primarias.

Fue un desenlace inesperado a dos semanas con reiterados guiños a "suavizar" su programa para permitir a los indocumentados "buenos" quedarse en el país, unos nueve millones de un total de once, según Trump, que con las nuevas propuestas quedan expuestos a una deportación que puede suceder en cualquier momento.

Los otros dos millones de indocumentados son, según Trump, "criminales" con antecedentes que empezará a detener y deportar desde su minuto uno en la Casa Blanca. Más inesperado aún que el nuevo programa fue su visita relámpago a México, invitado por el presidente, Enrique Peña Nieto.

En Ciudad de México, Trump mostró porte presidencial y se ganó muchos elogios por un talante diplomático hasta ahora desconocido: "Las expectativas eran tan bajas que el solo hecho de aparecer junto a un presidente fue una victoria para él", dijo Dan Senor, que fue asesor de la campaña presidencial de Mitt Romney.

Un antiguo asesor de la candidata demócrata a la Presidencia, Hillary Clinton, Howard Wolfson, aseguró, en términos beisbolísticos, que la reunión fue un "home run" (una carrera completa) para un Trump necesitado de "pivotar, moderar y verse presidencial". Aunque ese crédito pareció esfumarse con el paso de la horas.

Mientras, Trump dijo tras la reunión que no abordaron el pago del muro, Peña Nieto aseguró que lo primero que le había dicho es que no iba a asumir esa factura. Después, en Arizona y en su ambiente, el magnate insistió en que México asumiría el 100 % del coste, "aunque todavía no lo saben".

Además de la construcción del muro y la amenaza de deportaciones masivas -para la cual piensa triplicar el número de agentes migratorios y crear una fuerza especial- Trump completó su programa con la promesa de que ningún indocumentado dejará de serlo a no ser que salgan del país y siga el cauce legal para volver. En otras palabras: se terminaron las amnistías.

Trump recuperó en Arizona esas promesas con las que aplastó a sus rivales en las primarias, como suspender la acogida de refugiados, prohibir la entrada a personas de países como Siria o Libia, o elegir a los inmigrantes a través de escrutinios psicológicos.

Al sacar a la palestra las ciudades santuario -esas urbes que no cumplen las leyes migratorias estadounidenses y que favorecen la situación de los indocumentados-, Trump asoció inmigración y criminalidad, otro clásico en su repertorio.