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Análisis del terrorismo yihadista

Los círculos concéntricos del terror

La espiral de atentados que sacude Europa desde la masacre de Niza alerta sobre la importación de los métodos artesanales palestinos como los atropellos o los ataques indiscriminados con armas blancas

Policías franceses vigilan las zonas turísticas en Arcachon. // Efe

Barcelona, Charleroi, Londres. Tres ciudades para tres ataques, proyectados o ejecutados. Tres ciudades que pueden utilizarse para analizar las formas que presenta ahora mismo la violencia yihadista en Europa. Y también para atisbar la dificultad de establecer con certeza cuáles son los límites que separan un atentado de una orgía de sangre atribuible a un psicópata.

Barcelona. El pasado miércoles se informó de que los Mossos d'Esquadra investigan un vídeo propagandístico, atribuido al grupo yihadista Estado Islámico (EI), en el que se señala a la Sagrada Familia como uno de los objetivos de un nuevo gran atentado terrorista. La basílica diseñada por Gaudí comparte diana con el Coliseo, la Torre de Pisa y, ya fuera de Europa, con la Ópera de Sidney y la Estatua de la Libertad.

Charleroi. El pasado día 6, un argelino atacó en la localidad belga de Charleroi a dos mujeres policías al grito de "Alá es grande", causando graves heridas en la cabeza a una de ellas. El atentado, perpetrado por un inmigrante sin permiso de residencia, que fue abatido a tiros, ha sido reivindicado por el EI. El agresor estaba fichado por delitos comunes pero no por terrorismo.

Londres. Tres días antes del atentado de Charleroi, el miércoles día 3, un noruego de origen somalí de 19 años acuchilló a muerte a una mujer no lejos del Museo Británico. Otras cinco personas resultaron heridas. Tras más de doce horas con la pista terrorista abierta, Scotland Yard concluyó que el asesino, reducido con una pistola eléctrica, sufría perturbaciones mentales. Con posterioridad, la prensa explicó que había sido víctima de acoso escolar moderado y que es musulmán no practicante.

Estos tres episodios ilustran los tres círculos concéntricos que dibuja la ola de terror que se abate sobre Europa. Cuando el pasado 13 de noviembre, los atentados de París acabaron con la vida de 137 personas, incluidos siete terroristas, e hirieron a otras 415, fue moneda común en las redes recitar la letanía de grandes ciudades occidentales atacadas por el yihadismo desde el 11-S -Nueva York, Washington, Madrid, Londres, París-, para a continuación especular con el nombre de la siguiente. Roma (con El Vaticano como imán), Barcelona y Berlín se impusieron en las macabras apuestas.

Para bien de sus habitantes y transeúntes, estos pronósticos no se han cumplido, ya que, para mal de los suyos propios, el siguiente objetivo fue Bruselas. Treinta y cinco personas, incluidos tres terroristas, murieron el pasado 22 de marzo en un doble ataque al aeropuerto y el metro de la capital belga, el gran vivero europeo de yihadistas. Numerosos detalles dejan sospechar que el golpe fue improvisado y estuvo precipitado por la detención, siete días antes, de uno de los autores de la masacre parisina. Sin embargo, el vídeo del EI que apunta a la Sagrada Familia, pretende alimentar el temor, nada infundado, a que el primer círculo, el de los grandes ataques en grandes capitales, siga robusteciéndose con nuevas víctimas.

Más allá de la extraña mezcla de morbo y terror que subyace en el intento de adivinar nombres de ciudades mártires, lo cierto es que a la altura del 13-N parisino era ya de dominio público la expresión "lobo solitario", que había hecho su irrupción en el universo mediático a raíz del ataque a la redacción de "Charlie Hebdo" diez meses atrás.

Los lobos solitarios, protagonistas del segundo círculo concéntrico, serían yihadistas "durmientes", capaces de actuar al recibir una orden y también por propia iniciativa. Se trata de una denominación muy vaga, ya que agrupa a un conglomerado de individuos que sólo parecen tener en común dos cosas: su vinculación emocional al islamismo radical y, en la mayoría de los casos, su carácter de europeos descendientes de inmigrantes islámicos. Esta característica se ha visto, no obstante, modificada en parte por la llegada de yihadistas árabes, centroasiáticos y africanos en el seno de la ola migratoria que rompe desde hace un año sobre el continente.

Las guerras de Irak y Siria, el subsecuente relevo de Al Qaeda por el EI como faro del yihadismo, el tráfico continuo de milicianos entre Europa y los escenarios bélicos o la notable mejora de la capacidad propagandística del yihadismo son algunas de las causas que parecen explicar el auge de los lobos solitarios. Así, la etapa en la que el motor del yihadismo europeo eran las mezquitas financiadas y alimentadas teológicamente por Arabia Saudí y Pakistán ha quedado atrás.

Estos últimos días se han difundido incluso, a través de "The New York Times", informaciones sobre una supuesta "unidad exterior" del EI, encargada de exportar el terror al mundo, en particular a Europa, Asia y los países árabes. La unidad se habría vuelto más activa en respuesta a la severa pérdida de territorio por el "califato" merced a los ataques internacionales. Esa actividad exterior del EI, y el innegable surgimiento de una moda yihadista en núcleos urbanos deprimidos poblados por inmigrantes, explicaría tal vez la "radicalización acelerada" que las autoridades atribuyen a buena parte de los autores de los últimos atentados. Terroristas que o bien no tenían antecedentes o solo los tenían por delitos comunes.

Ahora bien, una parte del modus operandi de los lobos solitarios no llega de Siria o Irak sino, como tantas veces, de Palestina. Quienes sigan con atención las noticias sobre Oriente Medio habrán percibido, desde hace al menos tres años, la proliferación de atentados contra judíos, por atropello o arma blanca, tanto en Cisjordania como en el propio Israel. Ha sido la respuesta palestina a las restricciones impuestas al tráfico de armas por el Muro israelí. Mientras que un gran atentado requiere una logística que el robustecimiento de las medidas de seguridad europeas complica cada vez más, el segundo círculo se nutre, cuando faltan la bomba o el fusil, de estos medios artesanales.

Y así se llega a Niza, la culminación de la artesanía yihadista. Un terrorista, un camión, 85 muertos. El 7-J londinense necesitó cuatro terroristas y cuatro bombas para asesinar a 56 personas. Y así se llega también a los cinco atentados que, en Alemania, Francia y Bélgica han seguido a la masacre de la Costa Azul. Con la excepción del ataque con bomba, el 24 de julio, en un festival de música en Baviera, todos fueron perpetrados con arma blanca. Y salvo el degollamiento, el 26 de julio, de un sacerdote en Ruán, acometido por dos individuos, todas han sido acciones individuales.

El tercer círculo, por último, se dibuja en las brumas de la incertidumbre y está representado en Europa por el ataque a tiros del 22 de julio en un centro comercial de Munich (diez muertos incluido el asesino) y por la carnicería de Londres. Oficialmente son obra de dos perturbados, un alemán de origen iraní, sometido a acoso escolar por turcos, y un noruego de origen somalí, sometido a acoso escolar por ingleses.

Nada permite dudar de la interpretación policial de los hechos. Pero lo que resulta incontestable es que se inscriben en la misma espiral de violencia que el yihadismo. ¿Cómo reacción? ¿Por el mismo impulso de imitación que convierte a delincuentes comunes en lobos solitarios? Imposible precisarlo con los datos publicados.

En todo caso, este tipo de ataques de psicópatas, tan frecuentes en EE UU, eran hasta hoy raros en Europa. Por eso, tal vez no esté de más recordar la oscura masacre en un club gay de Orlando (Florida). El pasado 12 de junio, un estadounidense de padres afganos mató a tiros a 50 clientes. Se sabe que frecuentaba el club y que allí dentro había tenido problemas. También que juró obediencia al Estado Islámico. Pero no se precisa lo bastante que lo hizo por teléfono, desde el club y mientras la Policía negociaba con él la liberación de los rehenes que había tomado. ¿Radicalización acelerada? ¿Recurso desesperado a la moda?

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