Los talibanes afganos perpetraron ayer su primer golpe de envergadura en Kabul, la capital del país, en el marco de lo que califican de campaña de primavera.

Unas 30 personas murieron y otras 327 resultaron heridas en un potente atentado suicida con camión bomba contra la sede de los servicios de inteligencia, situada en una zona de alta protección de la ciudad. Un atacante inició un tiroteo tras la explosión y fue abatido media hora después por las fuerzas afganas.

El jefe del Departamento de Emergencias del ministerio de Interior afgano, Homayoon Aini, indicó que el atentado iba dirigido contra el Directorio Nacional de Seguridad de Afganistán, cuya sede linda pared con pared con el destacamento encargado de la seguridad de altos oficiales de las Fuerzas Armadas y el Gobierno.

Este atentado llega cuando el Gobierno trata de mantener viva a duras penas la oferta de diálogo a los grupos insurgentes del país. El ataque ha movido al jefe de Gobierno, Abdulá Abdulá, a suspender temporalmente una visita a Pakistán que, según su gabinete de prensa, llevaba planeando dos años, y ha renovado las acusaciones de Kabul al Gobierno paquistaní por el apoyo que presta a los talibanes.