Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La larga carrera hacia la Casa Blanca

Elefantes en la encrucijada

Las tres últimas victorias de Ted Cruz despiertan en el aparato republicano la esperanza de que Donald Trump llegue sin mayoría absoluta a la convención de Cleveland

El pasado martes por la noche, el magnate Donald Trump rompió una costumbre que mantenía desde el inicio de las primarias presidenciales de EE UU, el pasado 1 de febrero en Iowa. Trump no pronunció su habitual discurso, triunfalista y desdeñoso, en su incalificable resort de "lujo" floridano. Lo sustituyó por un comunicado en el que tachaba de caballo de Troya del aparato republicano al senador Ted Cruz, el hombre que acababa de ganarle por un margen de 13 puntos las primarias de Wisconsin, en la región de los Grandes Lagos. Para Trump, el objetivo del équido de madera es "robarle" la nominación a la presidencia.

La victoria de Cruz, un ultraconservador dogmático e intransigente que ha hecho de la religión su seña de identidad, ha sido acogida como un punto de inflexión. Entre otras cosas, porque es la tercera consecutiva desde que el 22 de marzo Cruz se impuso en Utah. Y aunque puede que haya más deseo que análisis en el supuesto cambio de tendencia, ahora mismo ese es el lema del republicanismo tradicional: cerrarle el camino a Trump todavía es posible y más si fracasa en Nueva York el próximo día 19.

Claro está que para alimentar la esperanza ha habido que mentir y proclamar que el triunfo en Wisconsin del hombre que se ha ganado el título de senador más detestado en Washington llegó tras un vuelco de última hora en las encuestas a raíz de una semana plagada de errores de Trump. Cualquiera que se moleste en revisar la evolución de los sondeos comprobará, por el contrario, que con mínimas excepciones todos los augurios habían sido favorables a Cruz desde meses atrás.

Haz click para ampliar el gráfico

Mentiras y "cortapegas" aparte, la cuestión es que la cúpula de los elefantes hierve maquinando cómo evitar que el magnate logre en julio la nominación presidencial en la convención de Cleveland. Los republicanos han tenido que asumir el fiasco de su gran apuesta, el senador por Florida Marco Rubio, que el 15 de marzo tiró la toalla tras ser vapuleado por Trump en su propio feudo. Y aunque Cruz dista eones de ser una apuesta sólida para recuperar la Casa Blanca tras los ocho años de Obama, por lo menos se ha revelado útil para intentar que el magnate llegue a la convención sin mayoría absoluta.

Entre los republicanos, la mayoría absoluta está en 1.237 delegados. Como Trump ha conseguido 743, le faltan 494. Ahora bien, solo quedan 16 citas electorales, en las que se adjudicarán 769 delegados, y solo nueve de ellas otorgarán todo el botín al ganador. De modo que, según los expertos en el laberinto de las primarias, incluso aunque el francotirador de Queens lograse sudar oro se quedaría en puertas.

Máxime cuando las encuestas a escala nacional, que sitúan a Trump una media de 7,5 puntos por delante de Cruz, parecen estar sesgadas por los datos de los Estados que ya han disputado primarias. En estos, Trump obtiene hasta un 36%, pero su apoyo medio baja al 27% allí donde aún no se han colocado urnas, mientras que Cruz sube al 25%. Empate técnico, pues, favorecido sin duda por las multimillonarias cantidades que los elefantes alfas llevan gastados en publicidad televisiva contra Trump desde que captaron que la broma iba en serio.

Por eso el magnate ha resaltado una y otra vez que lo importante es llegar el primero a Cleveland y que hacerlo con mayoría absoluta es secundario. Trump ha reforzado sus palabras con una advertencia: si llega primero y no es nominado habrá "serios problemas".

Pero la cúpula republicana discrepa. El sociólogo Manuel Castells ironizaba días atrás que el Viejo Gran Partido mataría a Trump, en cuerpo o en efigie, antes de permitirle ser candidato. Las causas de ese instinto asesino son múltiples, pero se resumen en una: Trump, un oportunista que nunca demostró particular inclinación republicana, ha ofendido a mujeres, negros y mexicanos, por solo citar los tres grupos más nutridos de víctimas de sus dardos. De modo que su nominación sería el mejor billete para quedarse fuera de la Casa Blanca como mínimo otros cuatro años. Eso al menos dicen las encuestas, que en promedio sitúan a la demócrata Clinton diez puntos arriba.

Si los mandamases republicanos confían en que el candidato a construir murallas con México llegue a Cleveland sin mayoría absoluta es para forzar una convención abierta. En ella, los contadores se ponen a cero, porque los delegados pueden renegociar su posición, por no hablar de los que ya han sido escogidos sin mandato ("unbound"). Eso explica que Rubio no haya querido renunciar a los 171 delegados que apañó antes de retirarse o que todos los cabezas de fila, Trump incluido, se hayan desvinculado ya de la promesa de respaldar al más votado. Todo, absolutamente todo, incluidos los dos centenares largos de delegados que llegarán a la convención en representación del aparato, será aprovechable para cerrar el paso a Trump.

¿Proponiendo a quién? El abanico es amplio y a la vez difuso, aunque curiosamente a nadie le excita un Cruz al que las encuestas ven en empate técnico con Clinton. Por solo citar dos de los señalados, se habla del "tercer hombre", Kasich, que se mantiene en campaña con 143 delegados y una sola victoria, la que obtuvo en el Ohio que gobierna, pero que en las encuestas le saca casi siete puntos a la exsecretaria de Estado.

También, en increíble pirueta, se cita a Paul Ryan, el presidente de la Cámara de Representantes y candidato a vicepresidente en 2012. Claro que acabar eligiendo a alguien que no ha concurrido a las primarias, aun siendo legal, sería un golpe muy poco favorecedor de cara a noviembre. Sin olvidar que deshacerse de Trump suscitaría un nuevo problema, pues cabe esperar que el rey de los concursos de belleza se monte su propia candidatura. Otro bonito regalo a los demócratas.

Lo curioso es que la cúpula republicana detesta precisamente aquello que ha arremolinado en torno a Trump a más de ocho millones de votantes: su aura de individuo opuesto al sistema político de Washington. La atracción hacia el "maverick" delata que, tras ocho años de Obama, y tras haberse desplazado todo lo posible a la derecha dentro de sus propios límites, el republicanismo se ha desbordado a sí mismo y se arriesga a fracturarse y a proyectarse fuera del terreno de juego. Lo cual revela que muchos estadounidenses no estaban ni de lejos maduros para admitir que un mulato llegase con un programa reformista a la Casa Blanca. "A mí me va a decir un negro lo que tengo que hacer" puede haber sido, una vez expurgada de insultos, la frase derechista más oída desde 2008.

Compartir el artículo

stats