Lleva diez años en Bruselas, pero la fatídica jornada de ayer marcó un antes y un después en la vida de Andrea Maceiras. La periodista, natural de Pontevedra, vive con incertidumbre el día después de una tragedia que sacudió el corazón de Europa. "Yo tenía planificado el regreso a casa, pero el aeropuerto está cerrado, la información llega muy poco a poco y los que viajan desde el aeropuerto de Charleroi se enfrentan a unas medidas de seguridad enormes", explica la joven.

Andrea Maceiras quería regresar a casa para disfrutar de la Semana Santa, pero el ataque también la cogió por sorpresa. "Desde noviembre, después del atentado en París, Bruselas es una ciudad con grandes medidas de seguridad, ver a los militares en la calle ya es habitual para nosotros, pero hoy la ciudad está de luto, la vida social está paralizada, los horarios limitados", reconoce. Pese a que muchos apuestan por retomar las actividades rutinarias, el "día después" resulta complicado para la mayoría de la población. "Esta mañana yo decidí no ir a la zona Schuman por cuestiones laborales, tal y como tenía planificado en un principio. Preferí ver cómo avanzaba el día, la vida sigue, pero sientes un impacto muy grande", matiza.

En su reflexión después de los atentados en el centro belga, la pontevedresa admite que "pensamos que habría acabado todo con la detención de Salah Abdeslam, pero no; sientes impotencia, rabia e inseguridad". Asimilar la noticia 24 horas después del impacto es difícil y la vida de muchos ha dado un vuelco. "Hoy está todo más tranquilo, hay comercios abiertos, pero es un día de luto para encajar el duelo. Ayer había mucho movimiento, hoy hay zonas que siguen acordonadas y estamos pendientes de las detenciones, los militares se pasean por la calle continuamente", aclara.