El ex jefe de Estado brasileño Luiz Inácio Lula da Silva logró ayer, por el momento, esquivar la mano del estricto juez Sergio Moro, al aceptar la cartera de la Presidencia en el gabinete de Dilma Rousseff, un nombramiento que lo convierte en aforado y lo blinda ante la justicia ordinaria.

Dos de los procesos contra Lula están en manos de Moro, juez del Tribunal Federal de Curitiba que ha absorbido el grueso de las investigaciones del caso de corrupción de Petrobras y que ya ha dictado 84 condenas, entre ellas a importantes empresarios, directivos de la petrolera y políticos sin fuero privilegiado.

Además, Lula es investigado por la Policía en otras dos causas, por supuesto tráfico de influencias y por su posible participación en un presunto fraude fiscal cometido por fabricantes de automóviles.

A pesar de la multiplicación de las causas abiertas, los abogados de Lula han puesto especial énfasis en evitar que los procesos caigan en manos de Moro, el magistrado que ordenó el interrogatorio al que fue sometido el ex jefe de Estado el pasado 4 de marzo. Ahora, Moro deberá remitir las causas relativas a Lula al Supremo, en cuya jurisdicción se investiga a 94 aforados por el caso Petrobras.