"¡No seas egoísta!", reprochó el Papa Francisco a un entusiasmado feligrés que tiró de él mientras se despedía de los asistentes a un encuentro con jóvenes en Morelia, capital del estado mexicano de Michoacán.

Todo había sido alegría, colorido y sonrisas en el encuentro celebrado en el estadio José María Morelos y Pavón, en cuyo interior escucharon al pontífice unos 40.000 jóvenes, a los que se sumaron unos 30.000 en el estacionamiento del recinto.

Con gritos como "Esta es la juventud del Papa" y "Que lo vengan a ver, que lo vengan a ver, el papa es mexicano cómo la ven", los jóvenes animaron con su entusiasmo, sus brincos y sus gritos los minutos previos a la llegada del pontífice, quien tuvo tiempo para saludarlos antes y después de la ceremonia.

Durante el evento, el Papa lanzó a los jóvenes un discurso enérgico e inconformista en que les dijo que no se resignaran a un panorama marcado por el narcotráfico, la falta de oportunidades, la pobreza y la marginación.

Los jóvenes respondieron con aplausos, interrumpiéndole con gritos como "¡Te queremos!" o "¡Te amo, papa!", ante los cuales el pontífice esbozaba una sonrisa.

En el cierre del encuentro se hizo una pequeña actuación con danzas, en la que una carpa dorada en mitad del escenario iba descubriendo poco a poco una gran cruz.

Mientras, en la audiencia se desplegaba una manta gigante con una paloma que representaba al Espíritu Santo, poco antes de que Francisco despidiera a los asistentes y rezara con ellos un Avemaría.

Cuando se acercó al público mientras se retiraba, el Papa despertó la emoción de los jóvenes congregados, al grado que uno llegó a agarrarle y tirar de él con tanta insistencia que Francisco casi pierde el equilibrio y prácticamente cae encima de un niño en silla de ruedas.

Ayudado por sus escoltas y personal del Estado Mayor Presidencial, Francisco logró recuperar la vertical y, claramente molesto, le dijo al joven que tiró de su vestimenta: "¡No seas egoísta!".

Inmediatamente después el sonido local llamó a los asistentes a no agolparse en torno al pontífice, que solo quería saludarlos.

Ya de regreso en la Ciudad de México, antes de que el Papa entrara a la Nunciatura Apostólica para pasar la noche, el jefe de los guardaespaldas del líder católico, Domenico Giani, dijo "piano, piano" (despacio, despacio) a las personas congregadas allí para recibir al pontífice, poniendo el broche a la penúltima jornada de Francisco en México.